martes, 2 de abril de 2013

Yo también empiezo a indignarme


08 de noviembre de 2011

Ayer fue el debate Rajoy-Rubalcaba, pero no voy a detenerme en su análisis técnico. Si hay alguno que quiera un buen análisis, imparcial y más profesional del que pueda hacer yo, id al blog de mi amigo Santi (link aquí mismo, a la derecha), observar el twitter de mi amigo Pilo (@pilomartin), o escuchar a mi amigo Fran Carrillo desde los podcast de Radio Extremadura.
Tampoco voy a dirimir en quién ganó ese debate. Entre otras cosas, porque nadie ha establecido cómo se gana o se pierde un debate de ese tipo. Mucho menos hablaré de esa imparcialidad que la gente de uno y otro partido comentaban desde twitter (que ayer echaba humo), dándose como CLARÍSIMO ganador uno y otro. Esos comentarios que ayer leía están fuera de cualquier razón humana. No son sólo eso mismo, imparciales, sino desviados y en muchos casos sin sentido ni racionalidad alguna. Algunos escapaban a la sensatez y al juicio crítico, comentando sin razón porque, sencillamente, han llegado a esas ideas sin razonamiento. Tanto unos como otros.
Yo no me voy a detener en eso. Yo lo que quiero compartir con ustedes es mi indignación, esta que le empieza a hartar a uno cuando observa tanta hipocresía política. De ese tipo de datos que le irritan a uno cuando los lee o los escucha. Como aquel que dice que el catering del debate de ayer costó 18.000€ (http://www.eldebate21.com/2011/11/el-catering-del-debate-costo-20-000-euros-y-los-cronometradores-3-400-euros/ ); o el de que los dirigentes del G-20 se hospedaron en habitaciones de hotel de 40.000€/noche (telediario de La Sexta, 6 de noviembre, mediodía); o el ya pasado de que los eurodiputados viajarán siempre en primera clase (http://www.lavanguardia.com/politica/20110407/54137928419/la-persistencia-de-los-eurodiputados-a-viajar-en-primera-indigna-a-los-ciudadanos.html ). 
Ya está bien. Ayer se hablaba de recortes, de insidias, de reproches, de aclaraciones y de acusaciones. No voy a hablar de los jóvenes, ni de los parados, ni de sanidad. No hace falta. Yo no voy a enseñarles nada nuevo. 
El 15 de mayo surgió en España un nuevo colectivo: los indignados. Es cierto que el idealismo y las propuestas de los orígenes se han contaminado después con algunos desórdenes públicos, y que hoy también se pueden encontrar indignados de los indignados; sin embargo, parece evidente que aquella acampada espontánea en la Puerta del Sol fue el origen de un fenómeno llamado a animar la política española, casi siempre cíclica y previsible. El 15M tiene sus partidarios y sus detractores, pero ha llevado a interesarse por la gestión de su país a millones de personas que nunca antes se habían pronunciado. Su actitud ha cundido además en el extranjero.
Aportaba dramatismo a un fenómeno tan insólito el hecho de que una semana más tarde, el 22 de mayo, tendrían lugar en España las elecciones autonómicas y municipales, a las que la coyuntura política confería gran valor simbólico. No tardaron en surgir rumores sobre una posible interferencia del movimiento 15M en el proceso electoral, como había sucedido tras el atentado terrorista del 11 de marzo de 2004, con la consecuencia aquella vez de un drástico cambio en los resultados previstos. El Gobierno decidió no actuar enérgicamente contra los acampados, y las elecciones arrojaron un resultado más claro que el anunciado por las encuestas: los conservadores del PP triunfaron claramente sobre los socialistas del PSOE.
Al fin y al cabo, los acampados en la Puerta del Sol habían asegurado que ellos no tenían ningún propósito de influir en la consulta, porque su finalidad era más amplia y profunda: regenerar y dar vida a una democracia esclerotizada y secuestrada por los propios partidos que la protagonizaban.
Tampoco voy a hablar de ellos, de quiénes son o dónde han ido. Porque tampoco es que haga falta. Consulten internet para ello o lean los periódicos (bueno, casi todos).  Pocas novedades depara, al cabo del año, el cansino recurso de la vida social y política española. Aquel del que estamos muy mal y vamos a peor pero que entre todos lo sacamos adelante. Probablemente haga falta un cambio, por supuesto. Pero no creo que sea del tipo que buscan los políticos actuales. Todos estos debates terminan, háganme caso, en la educación. Terminen, terminen estas discusiones. Ahonden en su dialéctica y verán que las conclusiones son las mismas que yo les digo ahora. Ya me cansé de discutir esto con mi padre, con mis amigos, con mis colegas de debate, con mi novia, etc. Da igual. Los temas políticos, de corrupción, de economía, de idiomas, de valores, de sociedad, de fútbol, de cultura o incluso de tauromaquia; acaban en la educación de las personas. La académica, la formativa, la parental o la basada en valores. Da lo mismo. Hagan la prueba. Al igual que los debates y discusiones de religión acaban en "es cuestión de fe"; y los de la Guerra de las Galaxias concluyen en que Luke es el peor jedi de todos los tiempos; los anteriores acaban en la educación.
Así que probablemente ahí es donde debamos meter la mano. Al final, el conocimiento es lo que nos hará libres. Por eso envidiamos a japoneses cuando los vemos haciendo cola ordenada para recoger víveres tras un tsunami. Por eso nos sorprende escuchar que no hay un revisor en los autobuses daneses o cámaras de seguridad en bancos noruegos.
Porque somos así, y no vamos a cambiar. Porque nuestra economía sumergida es superior al 25% del PIB, y vamos a seguir engañando y creyendo que así nos va a ir mejor. Eso es lo que tenemos que cambiar, señores míos. Educación.
 Lo grave es que, siendo lo más importante de todo, no acabamos de tomárnosla en serio. Y así van accediendo al ámbito público generaciones que no alcanzan la madurez necesaria para encaminar la vida en común de manera sensata y éticamente aceptable.
Y ahora, seguid tuiteando quién ganó y quién mintió. Luego veremos quién de todos (nosotros) pierde.

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