martes, 2 de abril de 2013

La batalla de la salud


11 de enero de 2011

Era dos de enero y, aún cansado del día anterior, quedé con mi amiga Lucía para tomar un café. Aunque sabía de su existencia, no llegué a percatarme de lo que ocurría a mi alrededor hasta que volví a casa. Mi ropa no olía a humo. El día 5 eran Reyes, y salimos de fiesta los amigos. Era el primer día en que pubs y discotecas debían acometer la nueva ley antitabaco, y mi satisfacción volvió a alcanzar grandes cotas cuando volví a casa. Mi ropa no olía a humo. El día que comí en aquel americano tampoco me olía a humo, sino a fritanga. Aún así, como a algo tienes que oler, es mejor ponerse lejos de la cocina.
Y es que yo soy de los que celebran la nueva Ley Antitabaco. Soy de los que argumentan que la libertad de los demás acaba cuando empiezan las del resto. El humo que tú estás fumando me perjudica.
En todo el mundo fuman alrededor de 1.200 millones de personas. En España, el 30% de la población es fumadora, mientras que en países como Brasil o Argentina el porcentaje es menor, del 20% y 15%, respectivamente. Está claro entonces, que el coste político es asumible. La consecuencia de ello es que cada año se registran en España 53.000 muertes (145 al día) relacionadas directamente con el consumo de tabaco y 3.200 entre los fumadores pasivos. Por tanto, elaborar y aprobar una ley antitabaco aún más restrictiva, en este contexto, era una necesidad y un problema de salud pública. También lo era de dinero, pues nos ahorraremos otro "pico" en intervenciones cardiorrespiratorias.
Con la anterior, de 2005, dejaron el hábito el 8% de los españoles, según el Ministerio de Sanidad, que evaluó la situación de la población seis meses después de su aprobación y que ahora prevé hacer un estudio similar para evaluar el impacto de la nueva norma. Hay un 10% menos de ingresos hospitalarios por enfermedades cardíacas.
Se prevé que además ayudará a proteger de forma notable la salud de los fumadores pasivos, al prohibirlo en espacios públicos cerrados, y a retardar la edad de inicio al tabaquismo, en la actualidad muy precoz (13 años). En este último caso, será gracias a las medidas que, con finalidad pedagógica, incluye la nueva norma, como la prohibición de fumar al aire libre en los centros sanitarios, las escuelas y las áreas infantiles de los parques, aunque no en otros entornos de docencia, como los campus universitarios. Ejem, ejem.
El impacto económico para la hostelería, el sector que más ha manifestado su rechazo respecto a la aprobación de esta ley, no debería notarse tanto. Incluidos los chulos que abogan por un incumplimiento pancartista para atraer clientes. Leyendo un especial recogido en El País, hasta 45 estudios científicos realizados en todo el mundo han confirmado que el efecto en la disminución en el consumo de los bares no ha causado una bajada en los ingresos y que, si ésta se ha registrado, después se ha recuperado. Estos listillos dicen que su clientela es fumadora, pero olvidan que pueden ganar clientela no fumadora. Claro, es mejor protestar antes de ponerse a analizar. A menudo, se olvida que el humo en los locales era un factor disuasorio para la población no fumadora, que no entra en ellos y, por lo tanto, conforma una clientela perdida. Si, recordemos, el 70% de la población española es no fumadora, la “única” que ha ganado esta batalla ha sido, sin duda, la Salud.
“Quienes niegan la libertad a los demás no se la merecen ellos mismos”.
Benjamin Franklin.

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