martes, 2 de abril de 2013

Una anécdota de Drag Race


10 de octubre de 2011


Lo que voy a contarles a continuación me ocurrió el pasado viernes 7 en Córdoba, y quisiera compartirlo con ustedes más por el carácter divertido y anecdótico, que por la relevancia que pudiera ocasionar, que es ninguna.

Todo ocurrió la tarde de ese viernes, cuando me dispuse a bajar desde Pozoblanco hasta Córdoba para ver a mi novia. Aunque antes decidí pasarme a dejar algunos bártulos en casa de mis abuelos, y es ahí donde comienza esta anécdota. Una vez llegué a Córdoba, me incorporé en mi Seat Toledo a la entrada sur, más conocida como "la del Eroski", y tomé la raqueta hacia la zona denominada "El Arenal". Crucé el puente en tercera marcha y fui rebasado a gran velocidad por la derecha (hay dos carriles en el mismo sentido) por dos motos de enorme cilindrada antes de terminar dicho puente. Podría decirles que una de ellas era una Honda RC 211V que, para los no entendidos, su modelo de competición arrasó hace unos años en Moto GP. La otra era una Kawasaki, pero no sabría decirles el modelo concreto. Pero de gran cilindrada, ¡sin dudarlo que lo era! Justo después me vuelve a rebasar (recordemos que yo andaba en tercera con mi Toledo), un Volkswagen Golf V rojo híper tunning. El modelo alemán, con un aleron trasero que aún dudo de su fiabilidad aerodinámica, iba pilotado por cierto joven de dudoso gusto en el peinado y gran uso de la gomina, pero no en su forma estética precisamente. De su parte trasera también sobresaltaba un enorme escape Fonos y una pegatina en la luneta trasera con una psicodélica fuente de escritura en la que ponía algo así como "El Kolodro". Desconozco el significado u origen del término.

Al terminar el puente, el asfalto se ensancha y da paso a tres carriles en los que muy cerca hay un semáforo. Un semáforo que tarda bastante, todo es dicho, en ponerse en verde para los automóviles. Llegué al semáforo y me detuve en segunda línea, justo detrás del Golf. En primera línea estaban las dos motos, que conversaban amigablemente (se ve que eran amigos), el Golf de delante mía, un Renault Megane Coupé '00 amarillo -tuneado ligeramente, pero sin duda menos exagerado que el Golf-, y un Mini Cooper S conducido por una joven de no más de 24 años.

Las motos, situadas entre el Megáne Coupé y el Golf, conversaban sobre algo que no llegué a entender, pero debió ser muy interesante porque el Golf -que, a todo esto, vibraba por el alto volumen de los graves instalados en el coche-, les dijo algo que tuvo que molestar a los motoristas. El conductor del Megáne resultó ser amigo del joven del Golf (alias, "El Kolodro"), y se unió a la discusión. Nunca llegué a oir la conversación entera por el alto volumen de la música, pero los cuatro, motoristas y pilotos empezaron a acelerar en el sitio exageradamente, dañando probablemente el inyector diría casi, en una competición musical (aunque más bien diría ruidal) que salía de sus motores. Un ruido casi ensordecedor, con el que casi seguro no se oían los unos a los otros. Probablemente el resto de conductores presenciarímos lo que sin duda sería un desafío de aceleración justo cuando el semáforo diera verde (lo que se conoce en Estados Unidos como "Drag Race"), pero la situación cambió cuando la luz del semáforo que daba paso a los peatones comenzó a parpadear.

La chica del Mini miraba preocupada a unos y a otros y daba a entender que ella no se involucraría en el desafío. Mientras, motoristas y jóvenes seguían discutiendo y alardeando de caballos.
A todo esto que veo por el retrovisor que se acerca muy despacio por detrás, sorteando torpemente a los coches, un hombre mayor en una Vespino negra de 49cc, con un neumático que no sobrepasaba mi muñeca de grosor y una pintura arañada por las rozaduras y los años. Un señor con un casco gastado que no le cubría más que la parte alta de la cabeza, con una caja de madera en la parte de atrás que contenía lo que a primera vista parecían unos estupendos pimientos de huerto. Vestía una vieja camisa que no puedo recordar el color, pero era clara y estaba desgastada, al igual que sus pantalones. La vespino hacía un ruido ridículo, y llegó a la primera línea justo como les he dicho: sorteando torpe y lentamente a los coches de atrás.

Pero fíjense ustedes lo que es la casualidad del destino, que justo cuando este hombrecillo llegó a la primera línea del semáforo, se encontró con que la luz de verde se iluminó y, aquí es donde viene lo que a mi parecer desmontaba lo lógico de la situación: Con un leve toque en el manillar, aceleró hábilmente en el preciso instante que la fortuna y el destino le concedieron y sobrepasó de buena mano a todos los que estaban allí desafiándose, otorgándole una clara ventaja en el espacio de varios metros por delante de cada uno de ellos: una maniobra súper-precisa digna de un profesional de alta competición que dejó a los motoristas, jóvenes de coche tuneado y demás conductores que presenciamos la escena, estupefactos. "El Kolodro" tardó en reaccionar lo mismo que motoristas y joven del Megáne en darse cuenta de lo cómico de la situación y del ridículo al que habían sido sometidos por ese señor que cargaba los pimientos de su huerto en esa motillo de tan baja potencia: todo un mundo. Un intervalo de tiempo que sobrepasó ampliamente los tres segundos, segundos suficientes para ganar unos metros de distancia. 

La chica del Mini sonrió y yo no pude evitar una carcajada, acción que sería bastante general para todo aquel que haya presenciado la escena.

El señor mayor de la Vespino -a su "bola" y sin gesto alguno que no fuera tener sus dos manos en el manillar-, fue rebasado por todos, obviamente y como no podía ser menos, pero en un claro intervalo de espacio y tiempo superior al que muchos de ustedes se imaginan, con lo que, aunque ni siquiera él lo supiese o fuera consciente, había dado una enorme lección de humildad a todas las personas que, como yo, valoramos ese día su actuación y enorme habilidad.

P.S. No comenté con nadie esta anécdota, ni siquiera con mi novia, mis abuelos o mis padres, porque quería compartirla a la vez con todos ustedes. Así que desde aquí mi disculpas por ocultarlo.

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