martes, 2 de abril de 2013

Del dominio de la sombra

06 de agosto de 2012



Tan sobrecogedor y maléfico título, propio más bien de una novela de fantasía que de un blog de este tipo, escondo una profunda (aunque sin excesos) reflexión en una toalla de playa bajo las faldas de una sombrilla.

Así que no debe asustarse. Lo que va a leer a continuación es fruto del aburrimiento y la mera observación de un fin de semana en aguas mediterráneas.

Verá, todo comienza con mi aprensión a la sombra. O, más bien, a no poder estar más de tres minutos expuesto al caluroso sol del verano. Todo lo contrario que mi novia, que es capaz de aguantar horas y horas con la adecuada protección y una mínima capa de AfterSun  a la noche. De esa incomodidad de los rayos de sol nace mi obsesión de la sombra. No puedo ir a la playa sin tener garantías de que la sombrilla es la adecuada y de que mi sitio está reservado bajo ella.

Cuando llego a la playa determino una adecuada ubicación, estudio la dirección del sol, su posición y su altura y coloco la toalla en su alineación correcta, pretendiendo las menores correcciones posibles. Si hay viento, observo con atención el ángulo adecuado con respecto a la arena y la resistencia del palo y las varillas.

Me unto de crema en abundancia, una vez que me he colocado, y no me privo de la comodidad de una silla. Mucho menos de una buena lectura. Cuando la vista se me cansa o, sencillamente, tras un chapuzón, me pongo a mirar esas escenas curiosas que la playa te ofrece: el matrimonio mayor que discute, los niños que no dejan descansar a sus padres y a sus vecinos, conversaciones de adolescentes absurdas, etc.

Es en esto cuando en este fin de semana me he fijado con atención en los innumerables accesorios de playa que existen, fruto más si cabe de una experiencia de usuario brutal e ingenio que de otra cosa. En empresariales, la experiencia de usuario es la interacción de las personas con el producto o servicio, cuyo resultado es la mejora continua del uso o disfrute del mismo. He observado, en este experimento visual, un mini-reposa-cabezas con toldo, lonas para sombrillas que evitan el viento, mesas desplegables con sillas y sombrillas con quita-vientos profesionales. Es curioso como, sobretodo nuestros mayores, tienen innumerables artefactos que hacen más fácil la estancia en la playa (como mesas enormes y grandes neveras, con cubiertos y hasta manteles), que los menos trabajosos jóvenes que sólo disponen de una mísera toalla y van al chiringuito a comer. Mención aparte merecen las familias con toldos tan grandes que debían necesitar un Permiso de Obra en la playa para su construcción.

Es en estos toldos donde el dominio de la sombra es total: siempre se protegen del sol. Esto es debido a sus dimensiones. Evidentemente el montaje debe ser complicado, además de que requiere de una buena ubicación, pero siempre están bajo el amparo de ese toldo enorme. Los miraba con envidia. Más aún cuando se aproximaba la tarde y el resto de mi expedición (mi novia y una pareja amiga), se cansaban del extenuante sol y luchaban por un hueco en la sombra ("mi" sombra), que cada vez estaba más cotizada.

También había sombrillas de dimensiones "extras", con varillas que sobrepasaban holgadamente el metro de longitud, y las tiendas de campaña en sustitución de ese paraguas de playa. Gente que, indudablemente, ha decidido hacer de su rato en la playa una estancia agradable y cómoda, basada sin duda en la experiencia de usuario de la que ya hemos hablado más que en el ingenio si cabe. Ese que sale a relucir cuando el sol te sobra y necesitas, como si de la vida te fuese en ello, una sombra en la que refugiarte.  

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