martes, 2 de abril de 2013

Del miedo a hablar en público

26 de julio de 2012



"Para enfrentarse al temor ha de convertirse en el temor.
Dígame señor Wayne, ¿de qué tiene miedo?"
Extracto de la película, Batman Begins (Christopher Nolan, 2005)

Cuando hablo con oradores iniciados siempre logro sacarles que lo que más les echa para atrás al hablar en público es el miedo.
El miedo es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, incluido por supuesto el ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror. Está relacionado con la ansiedad, el desconocimiento y la incertidumbre.
Sigmund Freud estudió el miedo. En su "teoría del miedo", el psicoanalista más famoso de todos los tiempos, concluye que el miedo existente corresponde a un conflicto básico inconsciente y no resuelto. En el caso de Batman, murciélagos. En el caso de los oradores, al ridículo.
 El temor al ridículo es una experiencia frecuente en la vida de muchas personas. Frente a esta sensación nos quedamos paralizados, nos ruborizamos, tratamos de disimularlo y en ocasiones hasta hacemos cosas más ridículas para evitarlo. El temor a que los demás nos juzguen mal, se burlen de nosotros o nos tomen por tontos, no sólo resulta infundado, ya que la mayoría de las veces sólo está en nuestra mente, sino que además puede limitar seriamente nuestra existencia y paralizar lo mejor de nosotros: lo que surge naturalmente de nuestro interior.
Esta actitud infantil sólo perjudica. Quien teme al ridículo o a quedar mal ante los ojos ajenos y por ello renuncia a menudo a ser fiel a sí mismo y a las iniciativas que le vienen a la mente o surgen del corazón, suele observar con amargura cómo muchas de las ideas, palabras o acciones que se abstiene de exponer a los demás, son manifestadas por otras personas generando el beneplácito de quienes los escuchan. ¿Quiere quitarse el miedo a hablar en público? Pues hable en público. Siempre pregunto: ¿Cómo se quita el miedo a las montañas rusas? "Subiéndose en ellas", me responden todos. Pues es lo mismo. Sea voluntario, levante la mano cuando haya que hacer ejercicios, afronte su temor y sea usted mismo. Al principio lo hará mal, se verá ridículo y pensará: "¿cómo he podido hacer esto?".
Una vez quedé con mis amigos para echarnos unas risas viendo nuestros vídeos de comunión en cintas VHS. Imagine nuestras reacciones al vernos en la pantalla. Ahora sigo viéndome, y aún tengo cosas que mejorar. Pero conseguí lo que por aquel entonces ni se me pasaba por la cabeza: afrontar mi miedo.
¿Se atreve?

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