miércoles, 26 de marzo de 2014

El día que conocí a Pilo Martín

Hay debates en la carrera de un orador que pasan totalmente desapercibidos. Pero hay otros que, de alguna u otra manera, recuerdas por un motivo u otro.

Fue el 20 de noviembre de 2008, y hacía calor en IFEMA. La comunidad universitaria esperaba con los brazos abiertos un torneo que supliera al megalómano que organizaría hasta dos años antes Unipublic, empresa que gestionaba entre otras cosas, la Vuelta ciclista a España: la Liga Nacional de Debate. El Torneo Pasarela nunca pudo ocupar el sentimental hueco que dejó para los viejos oradores la LINDU, -tampoco es que lo pretendieran creo yo-, pero era la segunda edición de un evento nacional y con el trasfondo de la búsqueda de empleo, allí nos volvimos a presentar 24 universidades. Entre ellas, obviamente, estaba la mía: la facultad de ciencias económicas y empresariales ETEA (actual Loyola Andalucía). Mi facultad había cosechado un curriculum debatil hasta aquel entonces excelente, con una victoria en la tercera edición de la extinta LINDU que nos había puesto en el mapa, y algunos otros subcampeonatos más. Tras discretos papeles anteriores, nuestra historia y prestigio nos obligaban a repetir  presencia en Madrid.
Mi figura como debatiente, hasta aquel entonces, estaba en su fase de madurez. En el Club de Debate de ETEA éramos pocos, pero muy selectos, 10 miembros. Y yo, con la escasa humildad que puedo contarle a ustedes, pertenecía al equipo titular. Con una rigurosa política de trabajo y un plantel de recursos a nuestra disposición espectacular, era el octavo año en la historia de nuestra asociación, y esperaban un buen resultado de nosotros desde Córdoba. Nuestro papel fue muy destacado, perdiendo únicamente con aquel magnífico equipo de ICADE de mi amigo Fernando Giménez-Alvear. Yo llevaba un equipo buenísimo, con la gran Susana Velasco y el emergente Sebastián Rodríguez; capitaneados por mi entrenadora-para-todo, Teresa Montero. En el primer jueves de debate de aquel torneo, nos tocó enfrentarnos a la Universidad de Sevilla. Ni rastro de un profesor, ni rastro de libros, ni rastro de disciplina en aquel equipo. Para mí fue un debate inusual, pues jamás me había enfrentado a aquella anárquica estrategia de debate. Un equipo que había preparado los argumentos en el viaje de ida, pero con un talento y cultura especial. El peso de aquel equipo lo llevaba un tal Pilo Martín, e hizo sus intervenciones divagando sobre los perjuicios de la concentración empresarial  y el exordio de un barco sin timón. Se inventó una evidencia, pero nunca se lo reclamé. Me dejó un sentimiento extraño de admiración.

Mi equipo, rigurosamente entrenado y apoyado institucionalmente durante todo el mes anterior, pudo salvar los muebles y ganó, claro. Era la experiencia contra la pasión. La madurez contra el niño que está descubriendo algo maravilloso. Contra el talento. Fue mi debate más complicado hasta entonces.
Me sonaba aquel tipo, obviamente. Ya lo había visto antes en una Simulación Parlamentaria en Ronda, alejado de la cúpula jerárquica pero haciendo intervenciones desde la silla que no dejaban indiferente a nadie. Ni siquiera era de la Universidad de Sevilla. Ni siquiera era sevillano.

El torneo lo ganó el invencible equipo de SODECO, capitaneado por otro monstruo del debate como fuera Santiago Martínez, y quién más tarde entabló gran amistad con nosotros y nuestro proyecto. Pero eso es otra historia.

Hasta cinco meses más tarde no volví a verlo. Fue de nuevo en otra simulación parlamentaria. Yo ocupaba un puesto privilegiado en el hemiciclo, él, un asiento en Tradición. Pero fue el que más destacó. En esa SIPA apenas nos cruzamos palabra. Era, por motivos que no vienen al caso, una “amenaza”. Yo iba con mi corbata y mi traje planchados, como todos los días, y él iba en camiseta. Éramos dos mundos totalmente distintos, pues veníamos de dos mundos totalmente distintos.

Yo terminé mi carrera como debatiente con algunos éxitos más, y también mi licenciatura. Durante el verano de 2009 estuve pensando mi destino para continuar mi formación académica, y la Universidad Pablo de Olavide (en Sevilla) parecía el destino perfecto para mi doctorado. Un cambio de aires me vendría estupendamente. 

Una semana antes de que las clases comenzaran, me encontré a Antuan Vargas y Alberto Arteaga por los pasillos del edificio 1. Iban para el Consejo de Estudiantes, y me reconocieron, claro. Les hablé de lo que iba a hacer y ellos me contaron que querían continuar con el proyecto que ya iniciaron el año anterior: el club de debate de la UPO. Pasaron varios emails hasta que, un caluroso día de finales de octubre, me convencieron para ir hasta la sede del Consejo de Estudiantes. Y allí que me presenté. Recuerdo hasta lo que llevaba vestido: yo una camisa azul. Él, una zarrapastrosa camiseta gris. Y fue en ese preciso instante donde por primera vez estreché la mano mirándole a los ojos a aquel tipo que presidía la mesa: Pilo Martín, recién nombrado delegado general de la universidad. ¿Qué escondías, maldito? Ese día conocí al que iba a ser el resto del equipo del CEUPO. Una generación tan maravillosa que más tarde se convertirían en mis mejores amigos y socios.

Les ahorro los meses posteriores, y los enfrentamientos varios que tuvimos, claro. Durante ese tiempo comprendí que en aquel corral yo no podía ser el gallo. Lo miraba a él, y miraba un diamante por pulir. Mi transición tenía que llegar, y mi papel cambió. Todo se transformó a mí alrededor. Tenía otras dificultades, y me enfrentaba a nuevos problemas (¿¿¿cómo que el club de debate no tiene dotado un presupuesto???).

Aquellos chicos, comandados por esa bestia despeinada, tenían hambre. Y lo mejor de todo: tenían talento. Leía e investigaba, y me esforcé mucho por ellos. Ese año hicimos decenas de sesiones de entrenamiento, y aprendimos muchas cosas juntos. Entre ellas, que no se puede ganar tan pronto. Sé que nunca le gustaron a Pilo aquellos ejercicios agarrotados, y él los cumplía a mala gana. Pero sé también que apreciaba el trabajo que hacía. Porque aunque no tenía tiempo de hacerlo, sabía que era una tarea que yo estaba haciendo por ÉL. No era su método, pero era el mismo objetivo.

Cuando nuestro nivel creció, las frustraciones post-torneo también llegaron. Pero las razones de nuestro cambio únicamente radican en ellos. Pasadas las semanas, él mismo me nombró director del Club. Les prometo a ustedes que, durante ese tiempo, mi única labor como capitán fue darles libertad para hacer las cosas. ¡Lo tuve tan fácil!

Con Pilo fue distinto. La única cosa que estoy seguro él aprendió de mí, fue que había que ponerse la corbata para debatir. El resto fue cosa suya. Es lógico pensar que yo aprendí mucho más. Los éxitos, evidentemente, llegaron. Y con ellos, nuevos e ilusionantes proyectos.

Pilo es el orador más inteligente y capaz que he conocido. El más rastrero, cínico, perezoso, irónico, impuntual, manipulador, callejero, vacilante y narcisista, también. Por eso es más odiado que querido. Ojalá hubiese tenido la oportunidad de enfrentarse de tú a tú a los “cocos” de mi época. Les aseguro que habríamos visto un colosal enfrentamiento. Tiene un don para liderar que lo hace ser como es. Yo caí en sus redes, -las de la “pilocracia”-, denlo ustedes por seguro. Y con el gusto de una persona que sabe que está haciendo algo GRANDE y para el mundo, volvería a caer. 

lunes, 20 de mayo de 2013

Los yonquis de los titulares

La película "OldBoy" es una rareza del cine surcoreano. La película trasnocha en muchos asuntos, pero uno de ellos liga el futuro del periodismo con la búsqueda de enlaces: los periodistas de la información se convertirán en blogueros (mal, en el mejor de los casos) remunerados, adaptándose a las necesidades de un lector que ya no tiene tiempo para leer un artículo completo, sino que simplemente va abriendo links que llevan a otros links y leyendo una de cada cinco palabras. Está chula. ¿Os suena?

¿Quién tiene tiempo para leerlo todo cuando hay otros actualizándose constantemente? Si todo está en Twitter o Flipboard, ¿para qué ir a la fuente primaria? Si sólo tengo cinco minutos, ¿por qué iba a perder el tiempo leyendo una noticia completa? Dejaré al periódico seleccionar lo que es noticia de lo que no, y al periodista que me diga su conclusión.

"¿Habéis visto lo que ha pasado en EEUU? - Algo de un huracán, ¿no?". La mayor parte de noticias que comentamos son, digámoslo ya, chorradas. Las superautopistas de la información se nutren de ellas, nosotros las adoramos y, desde el punto de visa de los periodistas, son fáciles de fabricar. Las noticias chorras no requieren antecedentes ni demasiada investigación: son anécdotas irrelevantes, sencillas de redactar y de consumir. Entra en la web de un periódico y mira las diez noticias más vistas: cotilleos sobre entrenadores de fútbol, Eurovisión, bebés que hacen locuras, celebridades pilladas in fraganti.

 

Esto es un problema, claro. Al final nos convertimos en yonquis de titulares, sin preocuparnos de más ni darle profundidad a lo que sucede. Es muy difícil seleccionar lo que nos interesa de lo que no y, admitámoslo, no vamos a leernos un periódico entero. Es lo malo del desarrollo de la Sociedad de la Información, que bucea centímetros de conocimiento en océanos de asuntos. 

Es igual que con el cambio climático, o la comida basura. Que nos dimos cuenta tarde. Oye y hablando del Cambio Climático, ¿habéis visto el último informe de Contaminación de Costas? Y ya que he sacado las costas, ¿no leísteis lo de la mejor playa de España? Y ya que he sacado España, ¿Iker titular para la Confederaciones? 

...

martes, 23 de abril de 2013

Los "Millenials".


El primer censo serio al que los especialistas conceden cierto rigor es de 1857, el año en el que nació Alfonso XII. España tenía 15.464.310 habitantes. Desde entonces, todos los datos estadísticos oficiales ya sean censos o padrones municipales (estos comenzaron en 1996), han marcado un incremento sostenido de la población (menos, se supone, en los años de la guerra, pero no hubo censo entonces). Y así ha sido hasta ayer, el día en el que el Instituto Nacional de Estadística (INE) hizo públicos los datos —aún provisionales— del padrón a 1 de enero de 2013. Esto supone una circunstancia inédita: la población cae.

La economía es un concepto abstracto, pero sigue siendo una ciencia social. Cuando uno está sentado en un aula soleada o bajo los techos de una facultad, ni la bolsa ni las últimas cifras de (des)empleo parecen especialmente acuciantes. Estoy seguro de que durante mi estancia en la universidad, en los primeros años posteriores a la crisis y la Gran Recesión, habría sido incapaz de decir los datos económicos fundamentales ni de qué manera iba a mejorar (o empeorar) nuestras vidas la última propuesta del Gobierno.

Cómo echo de menos aquellos tiempos.
Resulta que la tasa de paro no es un concepto tan abstracto, después de todo.
El otro día leí que a nuestra generación, los nacidos entre 1984 y 1990, entramos dentro de los llamados "Millennials", porque obtuvimos la mayoría de edad al empezar el milenio 2000. Dicen de nosotros que constituimos la generación más preparada de la historia, pero que pecamos de ser creídos y malcriados. Y en mi opinión, es cierto. Nuestros padres nos han educado dando por hecho que tendríamos una vida fácil, una situación económica acomodada y, por supuesto, el trabajo de nuestros sueños. Nos han hecho creer que podríamos llegar donde quisiéramos. Esto nos ha llevado a pedir más a la vida, a tener expectativas muy altas que raramente se ven satisfechas. Mientras la generación de nuestros padres se conformaba con el mero hecho de tener un empleo, la nuestra no sólo quiere uno, sino que lo quiere en un departamento concreto de una empresa determinada. Lo preocupante de esto es que nuestra percepción del mundo laboral no casa en absoluto con la realidad actual. La crisis ha provocado que tengamos que aceptar cualquier trabajo, aunque ni siquiera tenga que ver con nuestra formación. Y si a esto le sumamos jornadas de 12 horas, salarios irrisorios y contratos de becario, tenemos como resultado una generación deprimida, pesimista, desmotivada e insatisfecha. Eso, los que tienen un empleo, porque recordemos que el 55,13% de los jóvenes españoles no lo tiene.

Me encontré a una amiga que me decía que en algún momento dejó de contar los días. No sabía en qué día vivía ya que, ¿de qué vale un fin de semana cuando no hay días laborables? ¿Qué diferencia hay entre un lunes y un jueves cuando no se tiene motivo para soñar con el fin de semana? 
Creo que no es que seamos una generación perdida, si no una generación abandonada. Sin una estrategia ni un plan, sin un maldito plan para nosotros. España ya no es el Dorado para los extranjeros, ni tan atractivo para inversores. Imagínense para aquellos españoles jóvenes que se ven obligados a hacer "movilidad exterior" (así lo calificaba Fátima Báñez), al ver que ni ellos pueden hacer algo por España, ni España puede hacer algo por ellos. Curiosamente, lo mismo que debieron sentir aquéllos jóvenes de 1857...  

martes, 2 de abril de 2013

A propósito de los jueces

31 de marzo de 2013



Esta entrada viene a raíz de lo publicado por mi novia en su blog, http://jetlagnotes.blogspot.com , muy recomendado, y quisiera dar mi valoración porque el tema creo que lo merece.
En mi opinión Teresa tiene razón, la organización no debería descuidar a sus jueces. Creo que unos jueces que no vayan siquiera sin saber cómo es un debate de competición puede desvirtuar la competición, y considero que lo que da calidad a un torneo son los jueces. Así de simple. Cada torneo tiene la final que se merece, y buena parte de culpa la deberían tener los jueces.
Éstos deberían saber que hay turnos y existen unas reglas, y que hay que respetarlas. AHORA BIEN, no debemos olvidar el fin último del debate de competición: convencer con la verdad. Cuento que cuando estuve en el club de debate de la Universidad Pablo de Olavide, no canso de repetir que en ocasiones ensayábamos con Concha, la simpática limpiadora. Una mujer luchadora y que ha trabajado toda su vida, curtida en las batallas que dan los años. Y Concha dirimía el ganador. Y puedo asegurarles que Concha no solía equivocarse demasiado desde un punto de vista profesional.
Si el juez es inexperto en debate, lo será en otra cosa. Es una persona y su criterio, al igual que el del juez experto, es subjetivo. Es más, es una simple persona. Y si no ha visto un debate de competición en su vida, no lo ha visto para ninguno de los dos equipos. Este hándicap también debería de formar parte de la estrategia de los clubes, y hay que saber adaptarse a ello.
Puede que distorsione un resultado, claro. Pero si no le hemos convencido a él, difícilmente lo haremos a otros. Yo ensayaba con mi abuela, hasta que se enteraba de las dos posturas. ¿Seríais capaces de convencer a una masa numerosa de personas? Los debatientes no están al servicio de un jurado, si no de la sociedad. El día que olvidemos esto no tendrá sentido debatir. A menos que seamos coleccionistas de premios de metacrilato. 

La decadencia de la clase política

23 de enero de 2013



Se manifiesta como una incapacidad para responder a los desafíos provenientes del ambiente, de una sensación de vulnerabilidad y de controlar o administrar las transformaciones que en el ámbito social se producen. Es una disminución drástica de la capacidad política para gestionar lo que tiene que gestionar. Esa es la decadencia política.
Decir que la clase política está en decadencia no es una opinión, es un dato corroborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). ¿De verdad hay quien defienda que los políticos españoles están en auge ahora que las encuestas los sitúan como el tercer mayor problema de los españoles?
Lo que debería provocar un consenso urgente entre los partidos políticos no es la respuesta corporativista contra lo que dijo el juez Santiago Pedraz (exactamente eso: "decadente clase política", sino un plan urgente contra esa decadencia que envuelve a todos y cada uno de ellos, antes de que el divorcio con la ciudadanía vaya a más y sea irreversible.
No es admisible, por ejemplo, que uno de cada cinco parlamentarios del Partido Popular en las Cortes Valencianas esté imputado por corrupción. No es admisible los ERE´s, los escándalos de Bankia, los escarceos de Urdangarín, los sobres de Bárcenas. No ha habido día en las últimas semanas que no hayan aflorado nuevos casos. ¿Y saben cuál es el problema? Que no pasa nada. Nada. De ahí el abismo entre la sociedad y los políticos. Afecta a todo el sistema. Hay sensación de vulnerabilidad, como dije antes, cuando indultan al conductor kamikaze que mató a dos personas circulando 13km. en dirección contraria por una autovía.  
La falta de confianza es masiva y creciente entre los líderes políticos. Así, en los últimos meses, según encuestas de Metroscopia, en torno a un 80% de la población no confía en la gestión pública de Rajoy y otro 80% -de composición distinta al anterior- no confía en Rubalcaba, como jefe de la oposición; la clase política aparece como problema (el tercero, tras el paro y los problemas económicos), no como solución. En su último barómetro, publicado el pasado 13 de enero, el 74% de la población desaprueba la gestión de Rajoy como presidente de Gobierno y al 84% le inspira poca o ninguna confianza. En el caso de Rubalcaba alcanza el 81% de desaprobación y el 91% de desconfianza. Además, el 88% (85% de votantes del PP y el 93% de votantes del PSOE) afirma que Los políticos actuales están más preocupados por sus propios problemas e intereses que por resolver los de nuestra sociedad, y el 81% (73% del PP y 86% del PSOE) dice que Los políticos actuales crean problemas en lugar de resolverlos.  Y el 95% (95% del PP y 96% del PSOE) cree que Los partidos tienden a tapar y proteger a aquellos de sus militantes corruptos en vez de denunciarles y expulsarles.
Seguirá siendo indecente, seguirá siendo una preocupación, pero el abismo está convirtiéndose en insalvable. Y eso, eso señores políticos, no se arregla de la noche a la mañana. Y eso, eso compatriotas ciudadanos, no cambiará hasta que cambiemos nosotros.


"La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir."
Jacques Benigne Bossuet (1627-1704) Clérigo católico francés y escritor.

Dinero y dignidad

11 de diciembre de 2012



¿Cuánto vale su dignidad?

Para Nafissatou Diallo, la limpiadora del hotel que acusó de agresión sexual al ex-director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, vale 4 millones de euros.

Este caso, que como recordarán ustedes salpicó al francés en verano de 2011, ha sido llevado por el juez de Nueva York, Douglas McKeon, quien ha ratificado a primera hora de la tarde del lunes en su tribunal del Bronx el pacto. Éste hombre le ha parecido a bien que el silencio de la ex-limpiadora (porque a partir de mañana, dudo mucho que lo sea de facto), vale esa cantidad. Nafissatou, la humilde trabajadora, ha puesto precio a su dignidad por 4 millones de euros. Pero, ¿cuánto vale la de ustedes?

Y es que parece ser que la señorita Diallo no ha retomado su trabajo en el hotel de Nueva York. Según Associated Press, la limpiadora está recibiendo -hasta ahora, claro- una cantidad mensual en concepto de indemnización laboral por parte de la cadena hotelera. Sus abogados aseguran que la supuesta agresión sexual que sufrió ha “sumido a la joven y a su hija adolescente en un completo caos”. El remedio ya lo tiene en una cuenta bancaria de American Bank.
Imagine que es su caso. Que también le acosan sexualmente un tipejo de estos lares, y que le ofrece la oportunidad de comprar su silencio para que no ahonde más en su herida. ¿Cuánto valdría?


 Efectivamente y como ya nos advertía el dicho, "todo tiene un precio", hasta el mismo valor moral de afrontar un "dejar ir al culpable", por el Poderoso Caballero que es Don Dinero. Para la Comunidad de Madrid, es Eurovegas. Para George Lucas, la serie digital "Las Guerras Clon".


Para el que les habla, que le gusta mucho el cine, al oír el caso recordó a la magnífica y polémica película de Adrian Lyne, "Una proposición indecente", en el que David (Woody Harrelson), arquitecto, y Diona Murphy (extravagante y por aquel entonces cotizada Demi Moore), agente inmobiliario, son un matrimonio felizmente casado y bien avenido que, por culpa de un traspié económico, ve peligrar su nivel de vida. En Las Vegas, donde buscan un golpe de suerte en el juego que les traiga algo de dinero, un maduro y apuesto multimillonario (un gran Robert Redford) ofrece a David un millón de dólares a cambio de pasar una noche con su mujer.


 A los que hayan visto la película, sabrán de su entramado y desenlace y volverán a preguntarse lo que en su día ya se preguntaron: ¿qué haría yo si fuese David? A los que no la hayan visto la recomiendo, muy a pesar de su calculado final, y de que no les hará otra cosa que despertarse al día siguiente calculando, precisamente, cuánto valdría su dignidad. O la de sus servicios.

 "La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce."

Una entrada a Star Wars

23 de noviembre de 2012



"Hazlo o no lo hagas. Pero no lo intentes".
Yoda a Luke Skywalker.

El que escribe pasó de la veintena hace unos años y desde hace unas semanas, con el anuncio de una nueva trilogía de Star Wars, me han venido a la mente los recuerdos de algunas tardes de mi pre-adolescencia. Justo cuando pasó exactamente lo mismo que hace unas semanas ha ocurrido. Ya agotada la primera trilogía del mito galáctico, George Lucas anunciaba su intención de rodar una nueva trilogía, ya pensada de antemano, para completar su obra cinematográfica. Entonces, fanáticos como éramos de Luke Skywalker (bueno de Luke no tanto), Han Solo y compañía, fantaseábamos sobre cómo serían las precuelas que estaban por venir.

Sobre el resultado y la calidad de la segunda trilogía se han escrito ya ríos de tinta y los encendidos debates sobre lo que ha aportado o ha arrebatado a la saga ya aburren. El tiempo entre una y otra fue sin internet, con los únicos medios de la escasa prensa escrita apasionada con el tema. Ni hablaremos de la prensa televisiva.

Lo que sí consiguió la segunda trilogía, además de aumentar el mito y engordar las arcas de Lucasfilm, fue presentar Star Wars a una nueva generación.

Esa generación de nuevos fans estarán sintiendo ahora lo mismo que yo hace casi dos décadas. La saga continúa, además de en las novelas, los cómics o las series de animación, con una nueva trilogía cinematográfica ya anunciada oficialmente. Y ya sabemos todo lo que eso conlleva: expansión del universo, nuevos personajes, nuevas tramas, futuros spin-offs, figuritas, videojuegos, novelas, juegos de rol, juguetes para regalar con los menús infantiles de las hamburgueserías... ¿No es fantástico?

Lucas negó por activa y por pasiva la posibilidad de producir una nueva trilogía. De hecho, argumentaba que con las seis películas quedaría contada la historia completa que él se había propuesto narrar. Ahora, con Disney de por medio y el anuncio oficial de la propia Lucasfilm se disparan las especulaciones... ¿Qué veremos en esta nueva trilogía?

En un principio se suponía que estas tres últimas películas, situadas en el tiempo justo después de la muerte de Darth Vader y el triunfo de la resistencia sobre el Imperio galáctico, tratarían sobre la vida de Luke Skywalker y la persecución de los últimos caballeros Sith. Pero, con los actores de la trilogía original un poco mayorcitos, la continuación inmediata de los hechos se antoja difícil. Por lo que parece más probable que el testigo lo cojan la siguiente generación en el universo Star Wars, es decir los hijos de Han Solo y Leia (Jaina, Jacen y Anakin Solo) o el hijo de Luke (Ben Skywalker). Aunque ya se ha anunciado que las películas nada tendrán que ver con lo escrito en las novelas.

En cualquier caso, el proyecto de las nuevas películas hace que los fans de Star Wars, de todas las edades, e independientemente de si amamos u odiamos la segunda trilogía, volvamos a sentir esas ganas tremendas de conocer ya todos los detalles. Ojalá Disney y los nuevos responsables de Lucasfilm traten a la saga como se merece y mimen la franquicia para conseguir que la nueva trilogía vuelva a ser 'la Saga' de ciencia ficción que todos queremos ver, comprar, coleccionar... Y ya os aventuro que cuando aparezca el primer 'teaser' y vuelvan a encenderse los sables de luz, no habrá baberos para retener todas nuestras secreciones salivares.

Star Wars no es la mejor película de la historia. Muchos de mis amigos se sorprenden aún cuando digo esto. Pero muy probablemente Star Wars sí sea la película más importante de la historia del cine.
Con ‘Star Wars’ comienza el cine moderno. Así de sencillo. Por supuesto que no es una isla a partir de la cual surja todo lo demás. Eso por descontado. Se enmarca en una época revisionista y rejuvenecedora que no hubiera sido posible durante la época de los grandes estudios. Así mismo, su marcado tono jovial, efusivamente luminoso, se encuadra a la perfección en un momento de inseguridad industrial y de dubitativos modelos narrativos. De hecho, Lucas va a contracorriente en unos años setenta en los que los Spielberg, Scorsese, Coppola y compañía cogen los antiguos géneros y estilos hollywoodienses y de alguna forma los transforman, buscando la perversión del clasicismo.
‘Star Wars’ lo cambió todo. A partir de entonces, cobró mucha mayor importancia el marketing. Renovó el interés por scores elaborados y sinfónicos (ya lo había hecho ‘Jaws’, del mismo Williams, pero aquí mucho más). Inauguró la categoría de herramienta esencial de los efectos especiales de toda clase (maquetas, pantallas azules, animaciones, maquillajes). Evidenció la falta de cultura cinematográfica de la mayoría de sus imitadores (llegando hasta nuestros días, con los astutos, brillantes, pero pobres en cine puro Wachowski o Jackson). Entregó el cine a los adolescentes. Para bien o para mal, ‘Star Wars’ significó el principio de una nueva era, mientras que otras películas de mucho mayor prestigio, como ‘Ciudadano Kane’, recogían y cristalizaban los adelantos técnicos y narrativos acumulados hasta entonces. La de Lucas, sin embargo, reencontraba en el cine el espacio de la aventura infinita, de los sueños hechos realidad.
Porque no existe película más famosa que ‘Star Wars’. Porque ‘Star Wars’ es sinónimo de cine-espectáculo, de acudir a la sala a maravillarse, una y otra vez. Porque el impacto en la cultura popular de esta saga está a años luz (nunca mejor dicho) que el de otras como ‘El señor de los anillos’ o‘Matrix’. Sin embargo, sin ella no existirían éxitos grandiosos como el de ‘Avatar’. Porque sus valores éticos siguen significando una lucha contra la opresión, una búsqueda de la libertad individual y colectiva, de la dignidad y lo mejor de cada uno de nosotros. Porque su historia sigue siendo la de la fraternidad, la amistad, la lucha, el valor, la redención, el perdón y el éxtasis de vivir.
Lo que nos queda es un sinfín de filtraciones, rumores, imágenes y años (hasta 2015), que espero que maravillen a una nueva generación tanto como hizo con la mía.
Que la Fuerza nos acompañe...