martes, 23 de abril de 2013

Los "Millenials".


El primer censo serio al que los especialistas conceden cierto rigor es de 1857, el año en el que nació Alfonso XII. España tenía 15.464.310 habitantes. Desde entonces, todos los datos estadísticos oficiales ya sean censos o padrones municipales (estos comenzaron en 1996), han marcado un incremento sostenido de la población (menos, se supone, en los años de la guerra, pero no hubo censo entonces). Y así ha sido hasta ayer, el día en el que el Instituto Nacional de Estadística (INE) hizo públicos los datos —aún provisionales— del padrón a 1 de enero de 2013. Esto supone una circunstancia inédita: la población cae.

La economía es un concepto abstracto, pero sigue siendo una ciencia social. Cuando uno está sentado en un aula soleada o bajo los techos de una facultad, ni la bolsa ni las últimas cifras de (des)empleo parecen especialmente acuciantes. Estoy seguro de que durante mi estancia en la universidad, en los primeros años posteriores a la crisis y la Gran Recesión, habría sido incapaz de decir los datos económicos fundamentales ni de qué manera iba a mejorar (o empeorar) nuestras vidas la última propuesta del Gobierno.

Cómo echo de menos aquellos tiempos.
Resulta que la tasa de paro no es un concepto tan abstracto, después de todo.
El otro día leí que a nuestra generación, los nacidos entre 1984 y 1990, entramos dentro de los llamados "Millennials", porque obtuvimos la mayoría de edad al empezar el milenio 2000. Dicen de nosotros que constituimos la generación más preparada de la historia, pero que pecamos de ser creídos y malcriados. Y en mi opinión, es cierto. Nuestros padres nos han educado dando por hecho que tendríamos una vida fácil, una situación económica acomodada y, por supuesto, el trabajo de nuestros sueños. Nos han hecho creer que podríamos llegar donde quisiéramos. Esto nos ha llevado a pedir más a la vida, a tener expectativas muy altas que raramente se ven satisfechas. Mientras la generación de nuestros padres se conformaba con el mero hecho de tener un empleo, la nuestra no sólo quiere uno, sino que lo quiere en un departamento concreto de una empresa determinada. Lo preocupante de esto es que nuestra percepción del mundo laboral no casa en absoluto con la realidad actual. La crisis ha provocado que tengamos que aceptar cualquier trabajo, aunque ni siquiera tenga que ver con nuestra formación. Y si a esto le sumamos jornadas de 12 horas, salarios irrisorios y contratos de becario, tenemos como resultado una generación deprimida, pesimista, desmotivada e insatisfecha. Eso, los que tienen un empleo, porque recordemos que el 55,13% de los jóvenes españoles no lo tiene.

Me encontré a una amiga que me decía que en algún momento dejó de contar los días. No sabía en qué día vivía ya que, ¿de qué vale un fin de semana cuando no hay días laborables? ¿Qué diferencia hay entre un lunes y un jueves cuando no se tiene motivo para soñar con el fin de semana? 
Creo que no es que seamos una generación perdida, si no una generación abandonada. Sin una estrategia ni un plan, sin un maldito plan para nosotros. España ya no es el Dorado para los extranjeros, ni tan atractivo para inversores. Imagínense para aquellos españoles jóvenes que se ven obligados a hacer "movilidad exterior" (así lo calificaba Fátima Báñez), al ver que ni ellos pueden hacer algo por España, ni España puede hacer algo por ellos. Curiosamente, lo mismo que debieron sentir aquéllos jóvenes de 1857...  

No hay comentarios:

Publicar un comentario