martes, 2 de abril de 2013

Cosas para hablar en agosto


29 de julio de 2010


En el fondo no deja de tener tintes políticos. La libertad de voto socialista en la histórica decisión adoptada el día 28 de julio en el Parlament para ser la segunda comunidad en la que se prohíbe los toros y el temor demostrado del presidente Montilla de que esta decisión no llegaba en el mejor momento son dos claros indicios del fuerte componente político de esta votación. Los toros son una fiesta que la propia oferta y demanda de los tiempos pondrá en su sitio en Cataluña, Francia y otros sitios aficionados a la lidia. Aún así, desconozco lo que harán con la "Monumental". En Canarias, la única plaza de toros que existía está abandonada y en el próximo Plan de Urbanismo aparecen viviendas en su lugar.

Muchos me habéis pedido mi opinión. A ver, para mí los toros son una costumbre, un acontecimiento cultural que el simple paso del tiempo y los avances sociales terminarán por arrinconar. Es cierto, nunca he sido muy aficionado a las corridas y lo sabéis, pues no puedo soportar ver cómo maltratan a cualquier animal. Sin embargo, no voy por ahí diciendo que lo prohíban porque, al igual que el toro, también violentan (¡y no sabéis de qué manera!) a la vaca, el cerdo, la ternera, el pollo o todo lo que ingiero y tanto me gusta comer y no por ello voy a prohibirlo. Por eso sólo entenderé y aceptaré las críticas antitaurinas por parte de los vegetarianos. Resto absténganse por favor, pues no creo que tengan razón sin caer en la hipocresía.
Pero sería una equivocación no ver el evidente componente político que hay detrás de esta decisión o del tremendo error que significa involucrar la fiesta en el debate identitario. El hecho de que la Generalitat garantizara los correbous es un hecho claro pues, si lo que quieren es no dar pie a que la crueldad hacia el animal sea pública y efectiva, también lo habrían prohibido. No obstante no ha sido así y la polémica continuará abierta un tiempo, pero ahora llega agosto y todos nos vamos de vacaciones. Un mes perfecto para desconectarse y olvidar... 

Y es que parece que los españoles tenemos memoria cortoplacista y ya no nos acordamos de todo lo acontecido en esta mitad de año. Repaso las informaciones que los periodistas nos han acercado esta temporada, y me pregunto dónde quedó, por ejemplo, la gripe A, que iba a ser una pandemia que nos tuvo absolutamente aterrorizados durante meses a todos los ciudadanos del mundo mundial. Parece que la cosa no fue para tanto, aunque parece también que al mundo farmacéutico le fue muy bien.

Luego llegó el volcán islandés de nombre impronunciable. Ese volcán que iba a producir una tragedia económica de condiciones descomunales, que nos iba a dejar sin vacaciones, que iba a suponer un antes y un después en el tráfico aéreo. Igual que erupcionó, calló. Los datos de enero del paro nos preocupaban porque vaticinábamos que llegaríamos a los cinco millones. Muchos nos comparaban con Grecia en mayo y vaticinaban un apocalipsis financiero cuales fichas de dominó. Y los mismos periodistas que dijeron esas cosas enmudecieron, como hacen casi siempre cuando un tema pasa ya a segundo nivel y su (falso) alarmismo no era el que nos contaban. Un pulpo abrió informativos y ocupó portadas de periódicos, un Tribunal se pronunció sobre un Estatut, una ley abortiva salió adelante, unos periodistas se mofaban de un mendigo y un informe de obesidad pasaron sin más de una semana de importancia. Ahora llega agosto. Un mes perfecto para desconectarse y olvidar...  

Un periódico consta siempre del mismo número de palabras, haya noticias o no las haya.
Henry Fielding (1707-1754)

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