martes, 2 de abril de 2013

Las curiosidades de mi día a día irán con promesas


10 de mayo de 2010

Alguien me dijo una vez que escribir era pasar a limpio nuestros pensamientos. La primera hora de mis días las paso sin hablar con nadie, y suelo estar absorto en mis cosas. Salvo a la camarera de la universidad que deja  a su hija en clase y saludo todos los días desde su coche. A ella. Solo dos palabras todos todos los días: “Buenos días”, a la que suelo acompañar con una sonrisa. Prometo dedicarle más palabras. Porque luego no me llenaría el plato tanto como se lo llena al resto de estudiantes. Todos nuestros sentimientos son, como demostramos día a día, una evolución del presente, con origen del pasado y que nos empujan hacia el futuro.
Y como el aburrimiento guarda un potencial destructivo enorme, tras saludar a la camarera cojo el metro y leo, casi siempre leo. Es más, casi siempre coincido con el chico de traje que se va a trabajar y baja en Nervión. O con la limpiadora que a esa hora limpia las escaleras. O con el gaditano guardia de seguridad de los miércoles que claramente se quiere ligar a la limpiadora que a esa hora limpia las escaleras. Pero siempre leo, son 25 minutos de lectura. Los mismos que le recomendé a mi amiga Mariate. Prometo leer más.
Antes de llegar a la oficina paso a recoger el periódico 20 Minutos que me da la simpática chica que los reparte. A estas alturas incluso me sonríe porque sabe que voy a ella y no al flacucho que reparte el Diario ADN. En el trabajo tengo que manejar muchas cosas, así que a mi jefe le prometo seguir trabajando para llegar a ser un “competente inconsciente”, y tener tantísimas cosas en cuenta. Lo bueno es que hasta ahora no observé que en mi trabajo ayudo a otros a ahorrar, con lo que tengo que ser más responsable. También lo prometo.
Creo sinceramente que las personas luchan más por eludir el malestar que por mantener el bienestar. Por eso, después del trabajo, no suelo leer, sino escuchar música. Son 25 minutos para mí. Enciendo el iPod y observo a la gente. A mucha gente. Gente que veo siempre, gente que no he visto nunca, gente que veo de vez en cuando. Creo que me he enamorado de la pelirroja de ojos azules que sube en Prado de San Sebastián a las 14:15. Ella también escucha música y es preciosa, pero nunca me he atrevido a decirle ni siquiera una palabra. Nos conocemos por lo que no hablamos, porque ella coge el metro en una parada y se baja en una y yo en sendas otras. Todos los días. Prometo averiguar su nombre.
Por las tardes, si no tengo las clases del máster me reservo para seguir trabajando y, en ocasiones me tomo el beneplácito lujo de ver una película. Cuando no es así, procuro estar lo más atento posible a las clases luchando contra la somnolencia de las horas de siesta, hasta que llega la hora de presentar los ejercicios o de trabajarlos, los cuales los hago con Leti, a la que cada día conozco y me cae mejor y, por supuesto, con Antonio que se nos une y creo que tiene una historia increíble. Prometo enseñarles a presentar bien los trabajos.
Por las noches no veo la tele, salvo que haya fútbol del bueno, pero no sin antes ver a “mis niños” del Debate y del CEUPO, para trabajar y charlar con ellos. Me han aceptado muy bien en su Pilocracia. Es más, con ellos tengo conversaciones buenas, de esas que nunca sabe uno a dónde van a terminar. Enseguida regreso para la habitación y bulineo a Zeus. Luego ceno lo más ligero posible, porque mi hermano sigue diciéndome que estoy gordo, y más tarde actualizo el correo, el blog, las redes sociales y converso por internet con quien esté dispuesto. Sé que a veces no`puedo charlar con muchos, por lo que prometo dedicaros más tiempo.
Así que ya conocéis mi día a día. A vosotros, los que me seguís todas las semanas (en especial a mi madre, que me lee todas las mañanas), simplemente os prometo seguir escribiendo más, si es que eso es posible, porque vosotros sois mi aliento y mi impulso que me sigue en mi día a día. 
Palabra de honor.

2 comentarios:

  1. Espero que, aunque no sea esa pelirroja de ojos azules, seas feliz conmigo.
    Yo ya no podría seguir sin ti, mi chico.

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