martes, 2 de abril de 2013

El joven y el voto. El voto y el joven: 15-M


26 de mayo de 2011


A mis mozuelos 24 años he tenido la oportunidad de votar electoralmente en 3 ocasiones. Y las tres lo ejercí. Ésta ha sido la cuarta. Probablemente para muchos de los que me estén leyendo ese porcentaje les cueste asumirlo. Nos han dicho tantas veces que los jóvenes tenemos una apatía política y que las generaciones futuras van a peor que ya casi hasta nos lo hemos creído. “Sólo sabéis criticar. ¡Arregladlo!”. “Actúa” ¡Vaya forma tan mezquina de censurar la opinión crítica!

La brecha entre política y juventud es cada vez mayor. Las causas habría que examinarlas de manera más detallada y empírica: ¿promesas incumplidas, corrupción, falta de representación quizá?
Conozco a muchos como yo, de los de mi misma promoción universitaria, que han hecho las maletas para buscar un trabajo de camarero o au pair fuera de nuestras fronteras. No cobran mucho, es cierto, pero es que aquí no hay nada. No estoy justificando, todo lo contrario, tengan un poco de paciencia. En los tiempos de crisis en los que se mira con lupa cada euro gastado nadie computa los miles de euros invertidos en cada joven en su formación y regalados a empresarios extranjeros que se aprovechan del momento. La mitad de los parados en España tiene menos de 34 años. Leía en el periódico que cualquier página tonta de Facebook o Tuenti tiene más seguidores que afiliados menores de 29 años los partidos políticos. La abstención en este grupo fue 7 puntos superior a la del resto. Probablemente el matrimonio entre jóvenes y política cueste, pero no hay ningún juez que decida y, como reprimenda está el abstenerse de opinar. Y de votar. ¿En serio creemos que esa es la solución? La suma del voto nulo y el blanco ha crecido moderadamente. Sería la cuarta fuerza política, si su voz no fuera muda.

Pero los jóvenes de hoy en día responden con participación. Lo hemos visto todos. Están en Sol, en la Plaza de Cataluña, en la Encarnación, etc. Esa trinchera ideológica marcará un episodio en la historia de la política española. Un descontento y malestar general de una sociedad cansada de la –siempre imperfecta- democracia. Jóvenes, os entiendo. Comparto muchas de las reivindicaciones que hacéis, y estáis demostrando que participáis. Con otro tipo de participación. Como les decía, están hartos de la palabrería, no la escuchan, no responden, y actúan. Se ha producido una brecha tan grande en los últimos años entre generaciones que, quién se ha sumado al carro, piensa tan diferente que ni siquiera puede ser explicado o comprendido por quien no lo ha hecho. Así, leen los artículos que quieren, se informan de lo que quieren, ven los vídeos que les da la gana y no los que les dan, descubren grupos nuevos y han revolucionado la libertad individual desde el colectivo. Todo lo que hacen, lo hacen sin preguntar, a espaldas de la institución, por su cuenta, como quieren. O a través de Twitter, que una inmensa mayoría aún no sabe qué es. La información puede ser el gran aliado para saber que unos dependen de los otros y viceversa.

En la madrileña Plaza de Sol se han organizado de tal manera que parece una mini-ciudad. Unos se encargan de la logística, otros de las comunicaciones, otros de la organización, otros de redactar los manifiestos… los vecinos ayudan con comida, bebida y apoyan con su aliento los gritos de “basta ya”. Es la voz de la híper-dolida sociedad joven, harta de la situación actual. No hay trabajo para la generación mejor preparada de la historia. Una pérdida futura de capital humano e intelectual que nos ha hecho empobrecernos, aunque todavía no lo sepamos. Hoy la OCDE decía que España no conseguiría alcanzar los niveles de 2007 hasta 2022. ¿Cómo no van (vamos) a estar quemados? De ahí los #yeswecamp y la #spanishrevolution de la que se hacen eco medios internacionales.

¿A dónde iba? A la participación. Hace poco me inscribí en un debate (incluso con falsos jóvenes) dónde se afirmaba que los jóvenes no participan. No es cierto. Piensen en las ONG, las asociaciones deportivas, culturales, en los eventos universitarios, los clubes, las hermandades, las webs, las revoluciones digitales, las precocidades artísticas y atléticas, etc. El crecimiento ha sido espectacular. Al contrario de lo que se piense, son extremadamente participativos. Sin hablar de la confusión que genera evaluar sólo de forma clásica el modelo de participación, que ha sido transformado en un modelo dinámico aprovechando la implantación de las tecnologías de la información y la comunicación. ¿No nos entendemos? ¿No nos escuchamos los unos a los otros? ¿Se han puesto etiquetas colectivas a casos individuales?

Probablemente los jóvenes necesiten a los políticos, sí. Pero más aún éstos necesitan a los jóvenes.

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