martes, 2 de abril de 2013

La enfermedad del Estado de Bienestar y sus reformas para su cura


15 de junio de 2010


Siempre había tenido costumbre de leer noticias que informaban de la “fuga de cerebros” española. Jóvenes y prometedores investigadores que suelen protagonizar los programas de Andaluces por el mundo y similares. Sin embargo llevo meses leyendo que el éxodo ahora se da en cualquier nivel formativo ya que, básicamente, si al puesto al que puedo aspirar no se corresponde con mi nivel de formación, al menos lo hago fuera y aprendo idiomas. La crisis es su principal causante.
Y es que hace poco llegó a mis manos un informe de la Cámara de Comercio en el que hablaba de dicho éxodo en la provincia de Córdoba, y es terrible. Existe y es un agujero negro. En facebook han creado hasta un grupo de “Tarugos por el mundo”. Os lo resumiré en una línea: en aquel informe predecía la catastrófica noticia de que el Valle de Los Pedroches se quedaría sin relevo generacional que soportara el empuje económico de sus padres. En otras palabras, que nuestro patrio Canal 54 podría dedicarse a buscar pozoalbenses fuera como para dedicarle varias temporadas.
No seamos apocalípticos. Para remediarlo habría que poner en marcha un buen Plan Estratégico que nos hiciera contrarrestar estas estadísticas a tan largo plazo. La cuestión es ponerse a hacerlo, por eso sigue preocupándome. Mientras estemos más pendientes de gastar nuestras arcas restregándonos la obscenidad de la hipoteca que eso conlleva, estaremos condenados a no prepararnos para el futuro y nuestros hijos vendrán desde Ponferrada a vernos en Semana Santa. Es curioso, en estos tiempos florecen programas como "Mujeres ricas", "Casadas con hollywood", "¿Quién vive ahí?" y demás, que restriegan a los telespectadores sus Mirós, Ferraris, yates y mayordomos. ¿Estamos alimentando la peor de las pobrezas: la de espíritu? 
Pero volvamos con la demografía, que era el fin último de esta entrada. Ahora que la reforma laboral tiene hasta su huelga general, planteémonos el trasfondo del tema: la estructura de la sociedad.
En primer lugar, hay que decir que el hecho de que la sociedad alargue su esperanza de vida y que cada vez seamos más viejos, es algo positivo. Pero esto no quita que entrañe marcados efectos y cambios que tarde o temprano tendremos que asumir señores del sindicato. Estamos enfermos, pero el paciente no está en la UVI, sino en las urgencias públicas -lo que no quita nuestra preocupación- para que sea tratado. Expliquemos algunas cosas. Vayamos por partes en su diagnóstico:
Según el INE y el EUROSTAT, la población total en edad activa (las personas entre 15 y 64 años) entre 2005 y 2030, se reducirán en 20,8 millones de individuos, y la población mayor de 65 aumentará en casi 40. Al aumentar la edad de la sociedad, la población en edad de trabajar tiene que soportar a más personas que no lo están, por lo que la relación de cotizantes que soportan a cotizados aumentará.
Actualmente, se empieza a trabajar cinco años más tarde que hace treinta, debido en parte a que un mayor número de personas cursa estudios postobligatorios (o peor aún, estudian fuera y se quedan protagonizando "Españoles por el mundo"). Con lo que ya se han perdido cinco años. En 1970 se estaba jubilado de media, según el INE, 11 años. Hoy en día 23.
La tasa de fecundidad ha descendido, las mujeres europeas tienen 0,8 hijos menos que hace unas décadas, y se espera que se reduzca aún más debido a la mayor incorporación de las féminas al mercado de trabajo. Las mujeres si cotizarán, pero como tienen menos hijos, habrá dos pensionistas (padre y madre) por 1,5 hijos fuertes y sanotes que tendrán que mantenerlos. Leed la entrada "Las chicas del tupper" para profundizar más, que es justo la que está debajo.
¿Y qué hay de la inmigración? El proceso migratorio ha frenado el envejecimiento de la población con un aumento de la necesaria oferta de trabajo, es verdad. Pero lo que hoy explica que los inmigrantes contribuyan con superávit a las arcas públicas, mañana podría cambiar de signo, y de hecho según el INE lo hará en el 2018, ya que los inmigrantes de hoy se tendrán que jubilar mañana, y recibirán las pensiones que se han ganado en estos años. Ya ha pasado una generación de aquella primera oleada. Además del consabido gasto en sanidad. E incluso, su tasa de fecundidad también está bajando debido, entre otros aspectos, a que la mujer inmigrante también está entrando en el mercado laboral, con lo que volvemos a la misma insostenibilidad de antes. ¿Ven ahora la necesidad de la reforma?
Pero es que además, el poder de atracción que pueda tener el actual Estado de Bienestar para los inmigrantes está sujeto a mucha incertidumbre en cuanto a su flujo futuro y a su grado de permanencia. Y no he encontrado proyecto ni estudio firme que aclare que vayan a seguir viniendo tantos inmigrantes como los que recibimos hoy en día. Que no nos tengamos que agarrar a los jubilados alemanes. Pero en todo caso, lo que sí sabemos es que actualmente este colectivo (el inmigrante no comunitario, no el alemán) recibe un salario un 30% inferior, debido a que ocupan puestos de baja cualificación, y las cotizaciones se recogen, entre otros, por el IRPF, que es un impuesto progresivo; por lo que su cotización es inferior a la de los nativos. Otra insostenibilidad. Otra reforma.
Al haber más envejecimiento, el gasto público se dispara en sanidad, y señores, vivimos en la sociedad de la información, por lo que tampoco debemos dejar de lado la inversión en nuevas tecnologías y en educación.
Y ya que hablamos de intervención pública, vamos a hablar de política. El Estado debería intervenir ante este problema pero, os planteo: El envejecimiento de la población incrementa la ratio entre jubilados y trabajadores, reduciendo, en consecuencia, la rentabilidad a largo plazo de los sistemas de seguridad social públicos e incentivando los privados (sujetos a la aleatoriedad económica, pero en fin). Simultáneamente, un electorado más envejecido mueve a los políticos a priorizar las pensiones en la agenda política, lo que conlleva aumentar el gasto en pensiones. Como los jubilados van a ser más, existirá más presión política a favor de incrementar dicho gasto. Con lo que ustedes y yo tendríamos que vernos con una súper reestructuración que hará que no nos jubilemos a los 65 ni de broma. Algo que ya he asumido.
Dicho de forma más sencilla, el envejecimiento demográfico significa que hay más inactivos, por estar jubilados, reclamando parte de la producción de los trabajadores ocupados. Da igual que lo hagan con un sistema de pensiones público o privado, con la insuficiente ayuda de los inmigrantes, o con los intereses políticos. Al final, más jubilados significa menos bienes y servicios para aquéllos que los producen. Y este freno y límite a la financiación tributaria es insoportable para el Estado de Bienestar, a menos que  nos jubilemos a los 80, y que quieren que les diga, yo a los 80 años prefiero recoger el merecido descanso que durante mis años de cotización me habré estado ganando algo que, por cierto, no deja de recordarme mi padre...

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