martes, 2 de abril de 2013

¿Qué pasa con Somalia?


19 de septiembre de 2011

La primera noticia de la que he tenido constancia fue a principios de verano. En ella, se advertía de una sequía especialmente seria en el cuerno de África. Más tarde, comenzó una nueva guerra miliciana por conseguir la -ya de por sí- , escasa agua potable. Va a empezar el otoño y la situación es, si cabe, mucho peor. Miles de personas se refugian en Kenia, ante la grave situación de hambruna que existe en Somalia, en el continente africano. El país está siendo afectado por niveles nunca antes vistos de desnutrición, producto de guerrilleros islámicos que no permiten el ingreso de alimentos a la zona.
Es la peor sequía que padece esta zona desde hace 60 años, y la ayuda externa no es suficiente. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) asegura que son necesarios 60 millones de euros adicionales actualmente para atender la situación de emergencia en el centro y sur de Somalia y poder prestar asistencia a 1,1 millones de personas más.
Con esta suma, el presupuesto total del CICR para el país africano correspondiente a 2011 asciende a unos 110 millones de euros, lo que convierte la misión de Somalia en la de mayor envergadura en términos de presupuesto asumida por esta ONG. sin embargo, este presupuesto que, en otros tiempos, sería asumible de manera más o menos sencilla, es hoy una misión imposible.
El director del CICR, Jules Kellenberger, señaló hace unas semanas que el problema es especialmente grave en el centro y sur del país, donde controla la zona la milicia integrista islamista Al Shabab, vinculada a Al Qaeda, y a la que sólo tienen acceso unas pocas organizaciones humanitarias, entre las que se encuentra el CICR.
En Somalia, la gente se muere de hambre porque son gente sin voz. Porque no pueden hacer llegar su situación a través de las redes sociales porque, simplemente, no existen ni los medios ni la infraestructura para llevarlo a cabo. Las muertes transcurren en silencio, porque no hay datos ni llevan identificación.  Parece que esto tampoco nos indigna. Y aunque nos indignara, ¿alguien lo tendría en cuenta para las próximas elecciones? Somalia no tiene voz, ni quien se la preste, en un mundo en el que es más importante escandalizarse por la boda de una Duquesa, que conocer o actuar en este tipo de cosas.
En Somalia, la gente se muere de hambre. Como se van a morir en todo el Sahel y en otras partes del planeta. Por la falta de Estado, porque sencillamente no existe, pero también por falta de intervención exterior. Por falta de agua, pero también por la especulación en los mercados de alimentos. Por falta de presencia pública, pero también por nuestra superficialidad porque, admitámoslo, nos da igual. Ya lo he mencionado en varias entradas aquí: nos espanta más la muerte de una niña que la de centenares. Somalia, sencillamente, no interesa.
Pero la gran paradoja es que todo ello, gracias a la ciencia y a la tecnología, la humanidad es hoy capaz de solucionar problemas tales como la hambruna, la vivienda de los sin techo o el desarrollo de condiciones más justas de vida, pero se resiste tercamente a hacerlo. ¿Cómo es posible que una economía boyante, más próspera y globalizada que nunca, mantenga todavía a más de la mitad de la humanidad en la pobreza? De nuevo el 20% de la población tiene el 80% de la riqueza, y el Informe Anual de los Objetivos del Milenio de la ONU, o el del Desarrollo Humano nos hace reflexionar de lo mucho que queda por trabajar. O, al menos, de lo que nos queda para que nos dé la gana actuar. La crisis ha acentuado el diferencial de una manera escandalosa.
Tendríamos que dejar entrar en nuestras vidas (a través de la educación, la formación, la lectura, el espíritu o yo que sé), la realidad perturbadora de este mundo, de tal manera que aprendamos a sentirlo, a pensarlo críticamente, a responder a sus sufrimientos y a comprometerse con él de forma constructiva. Tendríamos que aprender a percibir, pensar, juzgar, elegir y actuar en favor de los derechos de los demás, especialmente de los menos aventajados y de los oprimidos.
En Somalia, la gente se muere de hambre. En última instancia, porque no les vamos a dedicar más tiempo que los cuatro minutos que hemos tardado en leer este artículo.

"A pesar de las posibilidades abiertas por la técnica se hace más claro que el hombre no está dispuesto a pagar el precio de una sociedad más justa y más humana.”
Muhammad Yunus, premio nobel de la Paz y creador del Microcrédito.

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