martes, 2 de abril de 2013

El misterio de las pintadas (II parte & final)

30 de septiembre de 2009



-¿Cómo que van a robarlas? ¿Tan serio es el asunto?-. Preguntó Jose a Sera alzando la voz y ganándose una mirada asesina de la bibliotecaria.
-Vamos a avisar a Avelino, ¡corre!
Tras salir de la biblioteca, doblaron a mano izquierda y cruzaron la callejuela hasta llegar a la comisaria. Allí estaba Avelino, el policía municipal, que los miró de arriba abajo extrañado.
-¿Ya sabéis los culpables? – Preguntó secamente. Tras contarle parte de la historia de las llaves, don Avelino, un hombre mayor y algo impaciente, detuvo a Sera con un gesto de la mano.
-Mira Sera, si no tienes una historia más fundamentada me temo que tengo que pediros que os marchéis, estamos hasta arriba de trabajo y no tengo tiempo de oír cuentos de viejas-. Se levantó de su silla y, sin más, entró en un despacho y cerró la puerta de un golpe.
-¿Qué hacemos ahora? –Jose, nada más terminar de pronunciar la frase, comprendió que por la mente de Sera estaban sucediendo decenas de cosas, y las estaba procesando, por lo que la pregunta se quedó sin respuesta en el silencio de la conversación.
-Creo que deberíamos ir a ver a Don Pedro-. Contestó serio tras unos segundos.
El sacerdote de Santa Catalina les recibió encantado en la capilla, pero Sera procuró que los diálogos se trasladaran a la puerta principal de la iglesia, donde podía observar la fachada.
-¿Y sabe para qué habían descombrado parte de la fachada los pintores? –Preguntó Sera intrigado.
-Me dijeron que era para mejorar el resultado o algo así, pero no le di más importancia. Trabajaron rápido, que era lo que quería-. Contestó el cura.   
-¿Se acuerda de la furgoneta que traían?
-Si, una Mercedes Vito de color blanco, sin rotulación.
-Sin rotulación, ¿eh? Curioso para una empresa de pintura… Bueno muchas gracias Don Pedro-. Se despidieron sin más y se marcharon alejándose lentamente.
-¿Sabes Jose?, espero ansioso la llamada de Don Avelino…

Tras un café en la cafetería Chairo´s, Jose propuso muy oportunamente visitar la casa de Rafael Isidro Pedrajas, hombre mayor y soltero, apasionado de la historia del pueblo que le vio crecer, ex concejal de cultura y antiguo bibliotecario, que estaba cerca de aquella zona.
Llamaron a la puerta y una voz de un hombre mayor increpó que no quería nada.
-Don Rafael, venimos a hablar con usted de las fachadas-. Respondió Sera.
-¡Mi hermano ha desaparecido, y no sé qué sabéis de las fachadas pero no os conviene!          
-Señor Pedrajas, sabemos lode las Siete Llaves-. Un silencio de cinco segundos hizo que Sera y Jose se intercambiaran extrañas miradas. Luego se abrió la puerta.
-Pasad-. Don Joaquín Pedrajas invitó a tomar asiento a uno y otro y su rostro cambió cuando Sera lehabló de las Siete Llaves.
-Mi hermano había dedicado sus últimos años a buscar el paradero del resto de llaves, de las dos que quedaban. Estaban vinculados con la Iglesia, ¿lo sabían? Ya me han contado que están ustedes tras el caso de las pintadas, pero la policía no lo relaciona con la desaparición de mi hermano.
-¿Por qué?
 -Porque, sencillamente, no lo puedo probar. Veréis, no dudo de vuestra capacidad, así que os contaré lo que sé, pues cualquier ayuda será positiva para que mi hermano vuelva a casa.
-Gracias por su confianza, somos todo oídos-. Dijo Sera.
 -La llave de Añora fue llevada por el alcalde de la ciudad hasta parar a manos jesuitas, de los cuales comulgaba ideológicamente.
-¡La ermita de Jesús Agarrado a la Columna! –Exclamó Sera.
-Si señor, se ve que conoces algo de historia. Dicha ermita, del siglo XIV, pertenecía a los jesuitas.
-¿Qué tiene que ver la ermita con el resto de iglesias y que sea jesuita? –Preguntó Jose a ambos.
-La ermita es jesuita porque está en la calle Jesús, y, de hecho, el letrero del nombre de la calle lleva aún el símbolo jesuita-. Respondió Joaquín, hizo una pausa para tomar aire y prosiguió. – Durante dos siglos Pozoblanco conservaba dos llaves: la suya y la de Añora. No sabemos cómo, pero la llave fue a parar a la Iglesia de San Antonio, probablemente porque sería un regalo, pero se desconoce.  En época anterior de la República española, el rey Alfonso XII otorgó a Pozoblanco el título de Ciudad, pero en principio no venía a eso, sino a recuperar y encontrar el tesoro que nadie había usado de sus reyes ancestros. Sin embargo, los sacerdotes de San Antonio y Santa Catalina, que no casaban con la monarquía, ocultaron las llaves bajo la seguridad de un ingenioso sistema. Un aparato que reflejaba tras la luz su posición. Mi hermano encontró dicho aparato, no sé cómo ni dónde porque creí que estaba loco, pero desapareció junto con él hace dos días.
-¿Cómo funciona?
-Según me dijo, estaba algo deteriorado y la luz no se reflejaba bien, pero me comentó que se podían localizar las llaves gracias a eso.
-Eso explica el fogonazo quevio doña Asunción-. Dijo Sera. –Lo que deduzco es que los secuestradores usaron a su hermano para que manejase el aparato y señalar con la pintura roja el sitio donde estaba la llave. ¡La habían escondido tras la cruz de la fachada, un  lugar genial!Solo tenían que ir al día siguiente y, sin levantar sospechas, sacarlas descombrando parte de la pared.
-¿Y por qué tanta pintura para marcar un solo punto?-Preguntó Jose intrigado.
-Probablemente por eldeteriorado estado en el que se encuentra el aparato, que no lo refleja bien.
-Apuntando adecuadamente en una posición precisa que también descubrió mi hermano, se podía saber dónde habían ocultado los sacerdotes las llaves.
-¿Por qué tanta molestia? ¿No es mejor transmitir el secreto de sacerdote en sacerdote?-Preguntó Sera.
-Probablemente los sacerdotes que sustituyeron a los de entonces no casaban con la ideología anterior…es lo único que se me ocurre-. Explicó Joaquín. 
-¿Y no será que su hermano busca el tesoro y no está secuestrado sino cooperando? –Volvió a preguntar Jose.
-No, no es factible-. Le respondió Sera. –Rafael debe ser quién haya hecho las marcas de la pintura viéndose forzado, por ello dejaba sus iniciales. En San Antonio sus secuestradores no le dejaron terminar, por ello la “P” no estaba terminada. Eso determina que no son muchos los secuestradores.  
-Bueno pero las llaves eran una cosa, lo principal es saber dónde está el tesoro si es que van tras él.
-Desconozco el paradero, y mi hermano creo que también. Se esconde tras un acertijo. Seguidme-. Joaquín se levantó e hizo un gesto con el brazo a los chicos para que le siguieran. Llegaron a un despacho desordenadísimo y, en una de las paredes, había colgada una pizarra en la que se veía repetido decenas de veces:
Bajo el manto estrellado
Y sobre el suelo natural,
El tesoro hallarás
-“Bajo el manto estrellado y sobre el suelo natural el tesoro hallarás”-. Repitió Sera. -No se me ocurre nada ahora mismo. Bueno, lo primero es sin duda el cielo. Lo segundo puede ser cualquier cosa. Y el tesoro puede, con esa descripción, estar en cualquier sitio.
-Ciertamente. Mi hermano llegó a estar obsesionado. No tenéis más que ver su despacho-. Dijo Joaquín mostrando cierta preocupación. En ese instante, el móvil de Sera sonó.
-¿Quién es? –Preguntó Jose.Sera, con una sonrisa que cruzaba su rostro, exclamó:
-Don Avelino.

-Está bien, Sera. Más vale que te expliques a menos que quieras que te acuse de cómplice de un robo-. Escupió don Avelino con rostro serio.  El robo al museo de Historia en Torrecampo había causado revuelo en todo el pueblo, y los rumores habían llegado hasta Pozoblanco con asiduidad. Las Cinco llaves habían sido robadas si, junto con otras antigüedades.
-El resto del botín no importa, Avelino-. Dijo Sera. –La clave son las Cinco Llaves robadas. Si no me equivoco y mis sospechas están bien fundadas, los conductores de una Mercedes Vito blanca tienen en su poder las Siete Llaves.
-¿Qué Siete llaves? ¿Las de las que me hablasteis? ¿Cómo sabes que es una Mercedes Vito la que huyó con el botín?
-¡Ajá! Así que fue una Mercedes Vito, ¿no? –Preguntó efusivo Sera. Jose lo miraba admirado, se sentía incompetente ante la sabia y lúcida mente de su amigo. Con un gesto que no merece interpretación, labró sin palabras una profunda admiración hacia él.
-Varios testigos la vieron salir a toda velocidad del pueblo-. Respondió el policía municipal.
-¡El tiempo es ahora nuestro mayor enemigo! ¡Debemos ser rápidos, Jose, los ladrones ya pueden abrir eltesoro y seguramente sepan donde se encuentra, sino no hubieran robado esta noche con el temor a ser descubiertos! ¡Piensa, maldita sea, piensa! “Bajo el manto estrellado y sobre el suelo natural, el tesoro hallarás”.
 -Solo conozco dos mantos estrellados: uno es el cielo-. Dijo Avelino.
-¿Y cuál es el otro? –Preguntó Jose.
-El de la Virgen de Luna. Su capa azul tiene estrellas doradas, pero también representa al cielo. Lo sé porque soy cofrade de la misma-. Sera se apartó del policía y dio varias vueltas para reflexionar. Jose también se separó del policía y le hizo a este un gesto para que esperara.  
-¡Dios mío, eso es querido Jose! ¡Qué ignorantes hemos sido! La Virgen de Luna, ¿¿¿dónde si no iba a estar el tesoro???
-Ahora mismo la escultura de la Virgen está en el santuario-. Dijo Jose. Será corrió hasta donde estaba don Avelino, y le espetó con brusquedad:
-¡Démonos prisa, don Avelino, sus ladrones y los secuestradores del señor Rafael Isidro están ahora mismo en el santuario de la Virgen de Luna, créame!
Enseguida, don Avelino dispuso de un par de coches más y pusieron rumbo al lugar sagrado que compartían Villanueva de Córdoba y Pozoblanco, más o menos a la mitad de camino entre uno y otro pueblo. En las romerías de ambas ciudades, se llevan y traen a la Virgen, y durante escasos días ésta permanecía en la Iglesia. Estábamos en el intervalo de esos días, ¿cómo Sera no se había percatado?
Tardaron poco en llegar y era muy de noche. Efectivamente, una Mercedes Vito estaba aparcada en la puerta de la iglesia, y Avelino sonrió a Sera.
-Muy bien, muchacho-. Dijo el policía. Éste, junto con otrocompañero, fueron a la puerta trasera, y cuatro más flanquearon la delantera para disponerse a entrar. Será aprovechó e intencionadamente pinchó las ruedas.– Así no podrán escapar-. Pensó.
El y Jose se quedaron tras uno de los coches-patrulla y escucharon voces. Sintieron miedo. Luego un intercambio de disparos les hizo agacharse y mirar de reojo hacia la entrada. Más miedo. Luego silencio. Tras varios minutos, la voz de Avelino los invitó a entrar a la iglesia.
-Ha habido un tiroteo-. Hay un policía herido, y dos personas muertas. Una de ellas es Rafael Isidro. Lo asesinaron en nuestra presencia. Son únicamente dos. Antes de dispararle le insultaron, y él dijo:
-¡Nunca lo encontraréis, no está aquí!
-¿Sabéis a qué se refiere?- Preguntó Avelino. Jose iba a contestar afirmativamente, pero Sera se le adelantó y le hizo retroceder empujándole levemente con la mano.
-No, no lo sabemos. ¿Podemos irnos ya a casa?
-Mandaré un coche para que os lleve, yo tengo trabajo esta noche-. Respondió Avelino, con gesto extrañado. Permitió a desgana que se fueran, pues le esperaba aún muchas horas de trabajo por delante.

Una hora más tarde, Sera y Jose llegaron a Pozoblanco. Éstecogió a aquél por el brazo y le espetó:
- ¿Por qué no le contaste nada del tesoro? Sabías que estaba allí, que está escondido en la escultura de la virgen.
-No, mi querido Jose. Los ladrones no lo encontraron allí,don Rafael Isidro ha sido muy inteligente alargando el tiempo de búsqueda, aún arriesgando como ha hecho su vida. El tesoro, efectivamente y tal como él sabía, no estaba allí.
-¿Y dónde está si no?
-Pues bajo el manto estrellado, y sobre el suelo natural-. Dijo Sera con una sonrisa en el rostro. De repente, Sera se separó de él.Su mente había vuelto a sonreirle. Tenía una corazonada, y su mirada se perdió en la de Jose, que le miraba extrañado. De súbito se dio la vuelta y echó a correr. Bajó la calle Mayor a toda prisa. Giró a la izquierda en el cruce con la Calle Real, de reojo observó el símbolo jesuita de la calle Jesús, y tomó el pasaje del ayuntamiento. Rápidamente, dejó atrás la biblioteca y llegó hasta la plaza del Pozo. Y allí estaba. Será aún jadeaba por la carrera, pero ése era sin duda la solución al enigma. ¡Qué tonto había sido! ¡Cuántas veces pasaba por allí! Miró el monumento que está grabado en el escudo de Pozoblanco desde siglos. El pozo, el gallo y la encina. Bajo el manto estrellado. Y miró, cómo no, al cielo. Y sobre el suelo natural. Y fue entonces cuando se fijó en el pozo, blanco, un blanco natural. Las heces de las gallinas habían convertido con el tiempo el pozo de piedra a un color blanquecino, de ahí el nombre del pueblo. E imponente, el gallo, sobre el mismo. El tesoro hallarás.Sera se quedó contemplando el monumento, y a los pocos segundos llegó Jose, jadeante, y se colocó a su lado.
-¿Qué ocurre Sera, lo has encontrado? –Preguntó expectante.Su amigo sonrió, y le dijo:
-No, querido compañero, no era nada.
-Pues si no es nada vámonos a casa entonces, estoy muy muy cansado-. Respondió Jose algo decepcionado.
-Yo también, amigo. Yo también-. Y él y Sera se marcharon, no sin antes volver éste su mirada de nuevo hacia la plaza y, con aire embaucador, pensó:
-El Valle de los Pedroches seguirá conservando su tesoro.

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