martes, 2 de abril de 2013

La corrupción y sus príncipes


26 de octubre de 2009

Según el Ideal del gobernante musulmán (Tratado de Ibm Abdun, siglo XII): “El príncipe es a la nación lo que al hombre la inteligencia, que si es correcta le procura comprensión y unos juicios bellos y ponderados. El buen estado de una sociedad depende de las buenas cualidades de sus dirigentes y, en cambio, la decadencia de la organización social provienen de sus defectos”.

Hemos vivido unas semanas en las que los casos de corrupción política han recorrido la península de punta a punta. Desde la albufera de Valencia hasta las rías gallegas. La trama Gürtel y otras de menor calado han visto la luz en medio de polémicas y noticias que han apartado en estos días la atención parcialmente para inmiscuirse en otros. Aunque el sinvergüenza del señor Costa siga usando el coche oficial pagado por todos los valencianos a los que ya ha robado, el Partido Popular aún no ha empezado a destituir a esos chorizos que enturbian su organigrama y desde Génova no existe poder suficiente como para meter mano. Estarán más pendientes de politizar Caja Madrid.
La sociedad parece haber comprendido que los casos de corrupción en nuestro país, ya tomen un color ideológico u otro, son parte del día a día. Que ser político es sinónimo de ser sospechoso de aceptar regalos y dinero, que un diputado es una diana de la corruptela.

Aceptamos, porque los seguimos votando, a aquellos que han robado y usado su poder para manejar el presupuesto que todos hemos aportado para su propio bien. Existe una idiosincrasia que cabrea más y más a los ciudadanos de nuestro país en lo que a política se refiere. Todos parecen estar bajo la lupa de la sospecha, y en su ascenso al poder como sea, pelean el voto de los intolerantes y creyentes que quedan por la meseta. ¿No estáis hartos de una clase política mediocre que se echa los trastos a la cabeza y que casi ha convertido España en una cleptocracia, en un paraíso para delinquir, especular, lucrarse y engañar? ¿Hasta dónde quedarán impunes? Cuántas abstenciones de voto han de presentarse para que nos demos cuenta de que la sociedad está apática y ha perdido la fe en la política?

Nuestro país o Italia lleva años mostrando niveles de corrupción y de calidad política más parecido a países dictatoriales en vías de desarrollo que a los propios de democracias capitalistas avanzadas.

Me he dedicado estos días a leer  literatura sobre corrupción y sus causas. En ella se señala que para buscar las causas de tan elevados niveles de corrupción, hay que echar mano a la politización de las instituciones públicas. Las administraciones más proclives a la corrupción son aquéllas con un mayor número de empleados públicos que deben su nombramiento a que salga elegido tal o cual partido. En países nórdicos y centroeuropeos, puede haber dos o tres personas cuyo sueldo depende de que el partido X gane las elecciones en una ciudad media de 500.000 habitantes. En España, el partido que controla un gobierno puede nombrar multitud de cargos, consejeros y otra red de agencias y fundaciones con plena discreción. Solo tiene que hacer un buen discurso para justificarlas. Así, empleados públicos en los que su estabilidad laboral depende de que el partido vuelva a ganar las elecciones, son más propensos a aceptar regalos y dinero a cambio de “tratos de favor”.

Con lo que nos queda, que no es mucho, es fomentar a aquellos que aún puedan representar un cambio de modelo político (por ejemplo, un grupo de concejales administrados por un perfil profesional y meritorio parecido al del sistema yanqui o neocelandés), o aún más fácil, tratar de educar y fomentar códigos de buenas conductas y, sobre todo, cumplirlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario