martes, 2 de abril de 2013

El incidente

16 de julio de 2010


"La edad de piedra no se acabó porque se acabaran las piedras..."
                                                                                       Albert Einstein

Suelo ver las noticias en el telediario, una costumbre que mi amiga Irene sabe que respeto religiosamente. Últimamente y, siguiendo los sabios consejos que me daba, iba sustituyendo (poco a poco eso sí), saber de las noticias por otra vía y no depender de que sean las 21:00 en punto y poner TVE. Parcialmente he cambiado mi hábito del mando a distancia por las ediciones digitales de periódicos, mensajes al móvil y noticias en youtube. Nunca me había dado cuenta de la dependencia tecnológica que tengo hasta que me ocurrió El Incidente. 

Todo empezó el domingo al echar mano al Bolsillo En El Que Usualmente Está Mi iPod. Pues bien, en el Bolsillo En El Que Usualmente Está Mi iPod, mi iPod no estaba. Me había olvidado de él. Juro que me eché las manos a la cabeza estando en el tren. Me había quedado sin mis ratos de música favorita. Sólo me quedaba la música del móvil para escuchar música mientras corría al hacer deporte o mientras andara al trabajo. Echo de menos mi iPod.

Recuerdo que lo último que hice antes de El Incidente, fue subir a mi tablón de Tuenti el famoso beso de Iker a Sara (que ya que estamos y como me pide mi amiga Mariate, haré muy bien en alabar, porque ese beso calló bocas y silenció a estúpidos que criticaban. ¡Iker eres el mejor!). Después de eso y ya a la mañana siguiente, llevé a mi móvil de excursión a Isla Mágica. Me invitaron "mis niños" y allá que nos plantamos. En un alarde de precaución moderada, guardé mi móvil en el bolsillo derecho, como usualmente hago, y nos subimos al Iguazú. Descuidando el nivel de salpicadura que aquella transitada barca podría tener, cuál fue mi sorpresa al encontrarme, tras la caída, mi móvil (además de mis pantalones, mis calzoncillos y, por supuesto, mi camiseta), empapado totalmente de agua. Mi amigo Juan lo llamó "El Incidente". Rápidamente le hice un diagnóstico de la situación y le intervine para realizarle los primeros auxilios. No respiraba.  No reaccionaba. Sus constantes vitales eran muy débiles. El móvil vibraba, pero no se encendía. 

A la tarde ya me sentía raro y, a las pocas horas, ya estaba desesperado. Su estado empeoró. Las posibilidades de volver a la vida eran cada vez más remotas. Lo reconozco, no puedo vivir sin él. No puedo con la agonía del "necesito llamar a no sé quién" o "tienen que llamarme de no sé dónde". Rápidamente abrí todas las vías de comunicación posible, pero no fue suficiente. Era como si una parte de mi se hubiera separado de mi cuerpo. Ahora entiendo a Voldemort y sus horrocruxes. 

Al día siguiente llamé a Vodafone. Me dijeron que la garantía no cubre el buceo ni el homicidio imprudente. El próximo móvil me iba a salir caro. Pregunté que si esta conversación se estaba grabando. Me dijeron que si y yo amenacé con poner una bomba, que me iba a cambiar de compañía y, acojonados como siempre, me ofrecieron un móvil prepago. Soluciones que saben que tienen pero que nunca ofrecen de primeras. El más simple valía 19€ pero "simplemente" servía para enviar SMS y llamar. Probablemente, y muy a mi pesar de evitar a toda costa vivir en la edad de piedra tecnológica, lo iba a aceptar si en 24 horas no encontraba un móvil liberado. A punto estuve de decirle "si" a mi amiga Susana cuando ella me ofreció el suyo. 
Sin embargo, me sentía extraño. Por un lado tenía la incógnita esa de saber "¿me necesitará alguien?" pero, por otro, estaba evadido de ese aparatito que nos acompaña desde hace varios años. 

A pesar de ello, cuál fue mi sorpresa cuando esta mañana al desenterrar mi móvil del arroz, ha resucitado al tercer día (el arroz es un excelente absorbedor de la humedad). Volvía a estar conectado en vía móvil. Volvía a estar tranquilo. Lo primero ha sido llamar a mi madre y comunicarle la tan grata noticia. Se acabó avisarle por mail. Pero mis sensaciones no eran todas de júbilo....

Y es que trato de recordar: ¿cómo éramos antes de tener móvil? ¿cómo quedábamos? ¿Qué hacíamos las tardes en que no teníamos redes sociales, series por internet o toda la información digital que ahora está a nuestro alcance? ¿Lo hemos olvidado ya?
Recuerdo con añoranza los tiempos en que los trabajos teníamos que hacerlos buscando libros en la biblioteca, e imprimirlos en aquellas impresoras de los 90 tan ruidosas a través de la primera versión de Word. Recuerdo que salíamos yendo de casa en casa de cada uno de nuestros amigos y preguntar directamente: "¿vienes a jugar?". Recuerdo haber usado las cabinas para llamarla a ella, a su fijo claro. Recuerdo echar unas cartas y como mucho disrutar de la Game Boy Color antes de saber que con la PSP podría jugar con un canadiense en cualquier autobús. Recuerdo esperar a una hora exacta en la tele para ver aquella serie que nos gustaba y no bajársela directamente por internet como hacemos ahora. Recuerdo llevar a imprimir las fotos y verlas en un álbum. Recuerdo echar la matrícula de la universidad yendo al estanco primero y luego a la universidad. 
Pero, ¿y nuestros padres y abuelos? ¿Cómo pudieron sobrevivir a tal retraso tecnológico? ¿En qué nos hemos convertido nosotros? ¿Somos más evolucionados que ellos? Sin duda la tecnología se ha convertido en algo que nos hace más dependientes, esa dependencia de la que hoy ya muchos no pueden vivir. La empresa en la que trabajo es una de ellas por ejemplo. Hoy puedo hablar con mi amigo Fran en Chicago sin problemas y a un precio totalmente gratuito. Hoy puedo enviar al instante mi curriculum a una empresa japonesa con filial en Alemania. Hoy puedo buscar un hotel y reservar un vuelo a Londres sin moverme de mi cuarto. Hoy puedo comprar un libro electrónico en EEUU y recibirlo en 72h. Hoy es cuando estamos cambiando y ayer será ir con retraso. Hoy estamos todos más cerca, más conectados, pero cada vez más lejos de nosotros mismos, porque cuanto más dependientes somos, más vulnerables nos hacemos.  

Así que mañana probablemente volveré a ver el telediario a las 21:00 (aunque Irene podrá seguir llamándome a esa hora claro está), no subiré fotos al tuenti y desconectaré el móvil porque, una vez más y sin que sirva de precedente, quiero ser independiente. 

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