martes, 2 de abril de 2013

Perseguir carritos en el aeropuerto


29 de abril de 2010

Lo que tienen cinco minutos de tiempo libre. Si, es justo lo que tenía esta tarde antes de ponerme con mi Proyecto de Fin de Máster, cinco minutos. Eran las cuatro y media de la tarde. Y me da por poner la tele, ¡seré estúpido! He descubierto las bazofias de esa hora en la parrilla televisiva. No es la primera vez que lo hago en este blog, pero llevaba tiempo queriendo hacerle una crítica a "estos" otra vez. ¿Qué hay de interesante que Ana Obregón se compre ropa interior en un mercadillo? ¿O que aquel le puso los cuernos a su mujer? “Vamos a hacer un debate”, dijo el presentador. Y allí que me picó la curiosidad nada más escuchar la palabra. Los debates que hacen es cuando se demuestra que los integrantes de este mundo son unos impresentables. No conoces a uno que no te grite o te respete el turno de palabra... lo peor es que eso lo ensayan antes de salir a plató y después se van a tomar copas. Si, si, por lo visto todo está planeado ¿Para que? Porque las peleas y el morbo suben la audiencia de manera espectacular, cuanto mas se insulte mejor. Después incluso, cual asesino que se sacia con su presa, pueden incluir alguna demanda por delante para hacerlo más dramático.
Observé con incredulidad los SMS que envía la gente y que aparecen en pantalla. “Noemí eres una hija de p***, tq Carlos”. Observé con incredulidad un montón de periodistas, veteranos y recién salidos de la universidad de periodismo, que decían “hacer su trabajo”. Llegan con la lección aprendida: saben por dónde van a pillar el negocio, saben que si son más atosigantes, cínicos, escépticos, insoportables e inescrupulosos mejor, saben que les da igual lo que opine la gente de ellos y, mejor que nadie, saben que así van a saltar a la fama de verdad. La de verdad de la buena. Muchos quieren tener programa propio, algo que nunca entenderé. Y además defienden que lo que hacen es periodismo, pululando de cadena en cadena sin importar qué hacer en cada una. Y el mundo ignorante, desde casa, acaba creyendo que el periodismo televisivo es ese que corre en los aeropuertos persiguiendo carritos transportados por famosos mudos.
Pero lo mas triste, y lo que en definitiva perdura es que estos programas subsisten porque la gente así los demanda. Será que las personas somos cotillas por diversión, por malicia o por naturaleza, y que nos gusta saber cosas que para nuestra vida no importan un rábano (por no decir otra cosa), pero desean ver cómo gente más rica y famosa pierden las formas o hacen cosas inmorales. La prensa rosa y por ende los programas que se nutren de ella nunca acabarán por el mero hecho de que hay mucha demanda de este tipo de programas y todas las cadenas quieren su trozo de pastel (normal, son empresas, y quieren ganar dinero, no perderlo poniendo otras cosas). La culpa de que existan esos programas es y será, por desgracia, de los espectadores. Nada más y nada menos.
Aristóteles: Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito.

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