domingo, 31 de marzo de 2013

Un capote a Bolonia

24 de junio de 2008


Son tiempos en los que el fútbol hace olvidar las desaceleraciones económicas a todo un país (el España-Italia, récord histórico de audiencia). Son tiempos de paz armada en el PP. ¿Veis, Jose y Fernando, cono Mariano iba a ser el que mejor parado saliese de la crisis interna del partido? Pero dejando un lado la política y esperando a que seamos finalistas de Europa para hablar de ello, también son tiempos de exámenes, sobre todo en el sur de España. Los del norte, curiosamente, acaban a principios de junio y los sureños, que nos gusta más el calor, bien entrado el mes siguiente.
¿No os habéis parado a pensar que los exámenes no son más que una prueba de desconfianza por parte del profesorado hacia el alumnado? Si en verdad se fiaran de nosotros, sabrían que solo estudiamos por iniciativa propia… (¿¡!?). Mis amigos del Club de Debate saben que soy un fan de los modelos de clase griegas: un profesor, pocos alumnos, tertulian sobre un tema expuesto por el docente. Con respeto entre todos, sin exámenes, por honor, responsabilidad y ambición intelectual. Obviamente, este modelo de educación es inviable hoy en día, pero también es obvio que el modelo actual está anticuado. Y la alternativa pasa por Bolonia.
Bolonia es la universidad más antigua que perdura en nuestros días. Y su sistema de evaluación prácticamente no se ha renovado en siete siglos. Ahora ha llegado su momento de cambio y el honor de apadrinar una educación europea común.
En general, las clases magistrales pierden interés por una caída en picado de la calidad, sobre todo del profesor. Y no lo digo yo, lo dice la Asociación de Estudiantes y Profesores universitarios. Se ha perdido el interés por entusiasmar a los alumnos en la asignatura, desmotivados por un programa de rutina cansina, lineal, rígida y aburrida que no busca el pragmatismo “de ahí fuera”. Lo de que “esto no sirve para nada en la vida real” resulta cada vez más cierto. Pero además es que el sistema de evaluación universitario es, cuando menos en algunos casos, curioso. Los de Medicina o los de Magisterio son ejemplos dignos de tesis doctoral. En otros, los catedráticos pasan olímpicamente de sus alumnos y las notas muchas veces rozan lo aleatorio y, más grave, lo personal. El funcionariado en este sentido, se despreocupa y está protegido por su plaza académica ante inútiles ataques de asociaciones estudiantiles.
No puedes jugártelo todo a un examen tampoco. Los nervios, alguna enfermedad o simplemente un mal día pueden condicionar una asignatura. Hay que apostar por el trabajo continuo, y eso es Bolonia. Si se suspende será, en la mayoría de los casos, por no haberse esforzado. Esto si es verdad que lo digo desde una experiencia más reducida: la mía. Hay que primar los trabajos y las exposiciones, que eso a fin de cuentas es investigación. Hay que aprovechar las nuevas tecnologías, el trabajo en equipo, la coordinación y el saber hablar en público, en otro idioma si hace falta. También estará el examen, por supuesto, pero su ponderación debe ser menor que ahora. 
Lo que no sé es si la reducción a cuatro años de las carreras enfadará a los Ingenieros de Telecomunicaciones, decepcionará a los físicos o frustrará a las enfermeras, pero desde mi experiencia podría deciros que los créditos de Libre Configuración son una chorrada y que varias asignaturas troncales son inútiles (si, de esas del tipo “no sirve para nada en la vida real”) en Economía, y que dicha reducción de años académicos podría llegar a tener mi afecto. Debemos llegar a la especialización, a lo que cada uno le guste más, primando sobre todo los másters y posgrados.
En definitiva, no sé si habrán bajado los niveles en la universidad (no estaba hace veinte años ahí para averiguarlo), pero de lo que estoy seguro es que el cambio que está viviendo la universidad ahora es muy positivo y va a mejor: han cambiado las maneras y formas de aprender, se ha canalizado la educación hacia el I+D+i, se hace más práctica y menos teoría, se apoya más averiguar el por qué que el cómo, se enseñan valores a través del compañerismo e incluso el trabajo, y el esfuerzo continuo prima sobre el empollón de la semana anterior que memoriza contenidos. Y eso no se califica, sino que se valora.

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