domingo, 31 de marzo de 2013

Amigos en píxeles


01 de enero de 2009

Era la cena de navidad, y mi primo jugaba a la PSP. Dos fueron las emociones que durante unos instantes inundaron mi aburrida mente aislada de esa fiesta cada vez menos católica. Pero sería incapaz de otorgar a esas emociones simples titulares que describiesen en una palabra la exposición que se merecen, pues en verdad me es difícil concretar cuáles son.
De pequeño, recuerdo con elevada melancolía cómo mi paso por la infancia estuvo marcado por juguetes como los Playmobil, los Mecano, los Gijoe, los LEGO; por juegos en la calle con los amigos como las Guerras de Globos de Agua, el fútbol o el escondite (maldito pino, todos íbamos al mismo sitio); y también estuvo marcado por los videojuegos. He de admitirlo, yo también he jugado a los videojuegos, como mi primo. Lo que desconozco es si mi primo sabe del pasado de una industria que en esa noche tan especial le cautivaba tanto como a mí un fin de semana cualquiera. Porque yo, en Navidad, jugaba con el resto de mis primos.  Mi primo no. Mi primo jugaba on-line con cualquier otro hijo de su tío en cualquier parte del mundo gracias a la wi-fi de la consola. ¿Siento envidia o tristeza?
Pero no quiero embaucarme ahora en una cruzada que haga debate sobre si la tecnología actual de los videojuegos ha absorbido la mente de mi primo y le ha privado de otras cosas que podían no tener el ejercitar e interactuar con los dedos delante de una pantalla. Aunque repito, yo también he jugado. Y mucho. Lo que ocurre es que ya no hace falta que tus cuatro amigos vengan a tu casa para jugar al Mario Party o al Pro, basta conectarse a la red para jugar con cualquiera. Tus amigos no vienen, ya están detrás de tu televisor. ¿Siento envidia o tristeza?  
Cuando yo empecé a interesarme por esto de los videojuegos corría el año 92, y un tal Ryu se daba de leches con un tal Mister Bison en un juego que sentó cátedra sobre los juegos de lucha. Más tarde, me dejaría las monedas de 25 pesetas en un tal Metal Slug y en un cual Bust-a-Move. Eran tiempos en los que la NES triunfaba con juegos como Super Mario Bros 3 (que te lo tenías que pasar de una tacada porque no se podía guardar) y Star Wing hizo de cánon estándar para la simulación aérea. Por el año 94 un tal Donkey Kong  estrenaba los gráficos “renderizados” en SNES y la Mega Drive comenzaba su declive (magnífico Sonic). Un año más tarde aparecería la consola que dio el salto a esta industria: Playstation. Lo admito, me involucré con Cloud para culminar su misión de matar a Sephirot en Final Fantasy VII. Lo admito, pasé miedo con Resident Evil. Lo admito, me compré mi primer coche a escala 1:18 por jugar al Gran Turismo. Lo admito, reptaba por mi casa infantilmente con tal de imitar a Solid Snake en Metal Gear Solid.
Mi Nintendo 64 y yo hicimos muchos adeptos entre los chicos del barrio jugando tardes enteras al Goldeneye. Un tal Mario 64 nos dejó a todos flipados con su maravilloso e increíble mundo plataformero en 3D. En el 98 descubrí la mayor aventura jamás jugada en los 256 megas de oro puro de Zelda: Ocarina of Time. Un año más tarde me compré la Dreamcast y aluciné con Shenmue, Soul Calibur o Virtua Tennis (“Hasta 6.000 millones de jugadores” rezaba el eslogan publicitario de la misma, gracias a incorporar un “potente” módem de 35 kbs.).
Ya por entonces jugaba menos, y compramos la todopoderosa Playstation 2 para esas mañanas domingueras de resaca después de salir con los amigos la noche anterior. Por el recuerdo pasaron GameBoy, Saturn, Master System, Xbox, Neo Geo, Game Cube, N-Gage, o Game Gear.  Y ahora, sigo comandando ejércitos, conquistando mundos, rescatando princesas, mutilando enemigos, viajando a tierras inexploradas, ganando campeonatos, corriendo a mil por hora y haciendo ejercicio con mi Wii. ¿Qué me quedará por ver?
Los videojuegos son de los pocos que desconocen que estamos en crisis: estas navidades venderán más del 10% con respecto al año anterior. Luego volví a ver a mi primo, que no juega con Playmobils. ¿Sentía envidia o tristeza? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario