domingo, 31 de marzo de 2013

Partidos que hacen historia

25 de agosto de 2008



A un paso. El mismo que Chris Paul daba para arrancar su salida con la pelota y que el reglamento FIBA debe sancionar. A eso se quedó la selección española de baloncesto.

El resultado del partido al descanso bien parecía el de final de último cuarto de un partido normal de ACB: 61-68. Pero ayer no fue un partido normal. Ni siquiera de ACB, sino de ÑBA. Nuestro ataque fue único, capaz de marcarle 107 puntos, algo que nadie en la historia ha conseguido. España alternaba hombre y zona, planteando todo el equipo como si el partido se jugara en una pista callejera. Con entusiasmo, garra y de tú a tú. La vida de un pívot suele ser dura en la zona, pero ayer lo fue especialmente ante semejante desventaja de músculo y peso.

Acariciamos el triunfo en un partido donde la victoria estaba en el lado de lo imposible. Días antes al partido le comentaba a mi amigo Jorge: “para ganar, tenemos que jugar muy bien y ellos muy mal”. Pues no fue así, nosotros jugamos excelente y ellos sobresaliente. Nadie, ni siquiera Aíto hizo mención excesiva a los árbitros (usaron para la final reglas NBA excluyendo a las de FIBA), que ya pueden entrar en la historia negra del deporte español. Hasta para eso tienen clase. El mundo, como decía Pau, está orgulloso de España, y todos lo han podido ver.

Y en el palco, ese gran hombre de negocios como es David Stern, el creador de la moderna NBA, que sonreía al principio ya que había conseguido lo que quería: un partido que alcanzase la trascendencia que necesita este deporte o, más bien, su país. Un rival digno, que elevase a los altares a su segundo dream team. Los escandalosos porcentajes de tiro, la polémica y los 107 puntos recibidos adornan este hito, digno de producción hollywoodiense. La estrategia comercial de Stern de hacer la NBA una empresa global con sede en EEUU, se ha acompañado cada vez más por la presencia de jugadores internacionales. Y España ya tiene unos cuantos. Y lo demostró, porque si EEUU hubiese vuelto a vencer por más de 30, el baloncesto habría vuelto a ser más simple, menos brillante, más improductivo y menos interesante. Stern necesitaba un gran partido, y lo consiguió, por eso sonreía al final. Estados Unidos llegó a Pekín para saborear un mercado de 1.300 millones de personas pero también porque su orgullo se había puesto en entredicho. Es verdad, no alcanza el talento del dream team del 92, pero el mundo debía reconocer que ellos son los mejores. Por eso España catapultó la importancia de ésta final, porque exigió lo mejor de los mejores. Si hubiese entrado el triple de Jiménez, jugado Calderón, los árbitros hubiesen pitado los 13 pasos de salida, los segundos en la zona y la mitad de las faltas en la zona exterior, y Raúl no se hubiera cargado de personales, el resultado puede que fuese otro.

Cuando cada uno de los 10 jugadores en pista dan lo mejor de sí, no sólo se beneficia el país, sino todo el Deporte. Cuando la prensa americana reconoce que ha sido el partido más complicado, no sólo ganas tú, sino tu rival. Stern lo sabía, y por eso sonreía. Había ganado el BA-LON-CES-TO.

Baloncesto del que une a todos, del que marca una época (que ya estaba marcada), del que hace vibrar, madrugar y vivir; y del que tenemos que valernos para hablarles a nuestros hijos en el futuro. De ese partido en el que España casi gana al segundo mejor equipo de la historia de este deporte.
               
La medalla será de plata, pero el orgullo es de oro.

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