domingo, 31 de marzo de 2013

BUSH, Y LA ÚLTIMA BALA EN LA RECÁMARA DEL PODER

25 de octubre de 2008



Derrotado y arrastrando sus últimos días en la Casa Blanca, George W. Bush está desgastando los últimos cartuchos que le quedan en la política nacional e internacional para autodesquitarse de una decisión que le tocó la moral, y no decir otra cosa en masculino plural. Y por desgracia, esos últimos coletazos los está desgastando hacia Zapatero y, por ende, a los españoles, queriendo o, mejor, no queriendo que España vaya a la Cumbre Internacional del 15 de noviembre ni como miembro del G-8, ni como supuesta G-9, ni como G-20 ni como nada. Él, que ya ni pincha ni corta ni siquiera para los suyos (resulta curioso que hasta Colin Powell se ponga del lado de Obama, quien, por cierto, también obvió a España en su visita europea de hace unos meses). Él, que quiere ahora desquitarse de esa espinita que tiene contra nosotros (¿o era contra Zapatero?) y lo quiere hacer de nuevo maltratando al mundo, pues si por alguna razón España debería estar no ya en el G-9 sino en el G-8, es por ideas y para dar ejemplo. Ejemplo del tipo financiero, que para eso es la cumbre. Para dar ideas, no para destruirlas y hacer más discursos catastrofistas. Él, apuntado ahora por el mundo como uno de los peores presidentes de la historia de EEUU (veremos ahora como hubo otros peores), quiere reprimirse, convencido de su derrota universalista e impopularmente insultado por todos los continentes, sin entrar en el mundo islámico. Investigando un poco, puedo aventurarme a decir que Bush entra en ese selecto club de los peores presidentes de esa gran nación. Dos se pelean, a mi juicio, por el primer puesto: Wilson y Truman.
Al hacer del mundo un sitio seguro para la guerra, la autocracia y el colonialismo, el presidente Woodrow Wilson ayudó a garantizar que el siglo 20 fuera el más sangriento de la historia humana. Pese a que el ingreso tardío de los EEUU en la Primera Guerra Mundial volcó el equilibrio en favor de los aliados, Wilson dilapidó su poder de negociación en la conferencia de paz tras la guerra al permitirles a los británicos y franceses imponer una paz feroz sobre la derrotada Alemania a fin de conseguir su apoyo para su débil Liga de las Naciones. Los aliados refregando la nariz de Alemania en la mugre llevaron al poder a Hitler y provocaron la Segunda Guerra Mundial. Wilson también le pagó al gobierno provisional de Rusia para que permaneciese en la sanguinaria Primer Guerra Mundial, causando así la revolución que llevó al poder al partido bolchevique que se oponía a la contienda. Wilson luego envió tropas de los EE.UU. para tratar de derrotar a los bolcheviques en la guerra civil rusa, lo que contribuyó a la sospecha que provocó la eventual Guerra Fría con la Unión Soviética.
Y a pesar de que los Estados Unidos retornaron a su sabia política exterior tradicional de refrenamiento militar durante el periodo transcurrido entre las dos guerras, Harry Truman trajo una vez más y de forma permanente el intervencionismo wilsoniano tras la Segunda Guerra Mundial. Truman sentó varios precedentes malos al bombardear con avioncitos para matar a cientos de miles de civiles inocentes en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea; al librar de manera inconstitucional esta última guerra sin una declaración formal; y al crear el complejo militar-industrial que condujo al primer gran ejército permanente en épocas de paz en la historia de los EE.UU: la industria armamentística americana, que representa el 10% del PIB yanqui.
Bush pues, ha fallado en atrapar o matar a Osama bin Laden y Ayman al-Zawahiri, los líderes de al Qaeda que perpetraron los ataques del 11 de septiembre de 2001, porque se distrajo con la ocupación de dos países musulmanes en los cuales es improbable que anden merodeando. Pese a que tales ocupaciones ("edificación de naciones" si fuese un presidente demócrata el que estuviese haciéndolas) son presentadas como una parte necesaria de la "Guerra contra el Terror" que él llamó, meramente han inflamado a los islamistas radicales alrededor del mundo e incrementado sus ataques terroristas. Tal vez e incluso más importante aún, la Guerra contra el Terror de Bush ha socavado también el apreciado sistema de gobierno estadounidense (uno de los más democráticos del mundo); no ha reaccionado ante una crisis que se le iba viniendo encima día tras día y, cuando lo ha hecho, lo ha hecho mal y tarde; ha ordenado aumentar la vigilancia gubernamental del público estadounidense (inversión en seguridad en desquite de investigación), incluido el espionaje inconstitucional sin ordenes revisadas judicialmente, dinamitando ciertos derechos individuales; practicar la tortura y distorsionar los pesos y contrapesos constitucionales al expandir la autoridad de una presidencia ya casi imperial.
No obstante que Bush mintió para entrar en la guerra, muchos presidentes lo han hecho, y él parece tener al menos alguna vaga concepción de que fue en los intereses de la seguridad de los EE.UU. hacerlo (incluso si salvaguardar los suministros de petróleo a los EE.UU. fue la verdadera razón).
Muerto por las encuestas, el presidente estadounidense empieza a vislumbrar el fin de su mandato hasta poco después del 4 de noviembre pero sus palabras, más que arrojar luz sobre su propia mala intuición política, señalan una recta final más oscura que el propio túnel que él solito ha construido. Porque el panorama y las portadas que le esperan de aquí a que abandone su cargo al frente de la primera potencia mundial es tan trágico como inesperado para su Administración.
Incluso McCain tiene que quitarse de enmedio las migajas de la herencia republicana, al reconocer "que él no es el presidente Bush", como le recordó a Obama en uno de los debates. Parece incluso peor que Miss Alaska, que ya tiene hasta doble porno.
El mayor ataque terrorista de la historia, dos guerras ilegales, la nueva sociedad del terror, el nuevo curso "eje del Mal y del Bien", la separación sociocultural entre las religiones, la crisis financiera, la explosión de los científicos y el calentamiento global, la globalización más distante entre culturas, la olvidada crisis de los cereales y un pesimista etcétera es el ámbito por el que se ha manejado Bush. Estos son los giros del mundo, y esta es la historia del planeta en ocho años en los que un tejano con pésimo humor ha dominado el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario