domingo, 31 de marzo de 2013

ALGO OCURRE


12 de diciembre de 2008

Algo está ocurriendo amigos, en la sociedad. Asistimos estupefactos ante lo que ha sido una semana de variopintos casos en los que lo social traspasa la barrera de lo humano: en Atenas muere (supuestamente a posta) un adolescente a manos de dos policías, a los que ya se ha castigado, y eso sirve de excusa para que miles de idiotas salgan a la calle arropados curiosamente hasta la altura de la nariz (y no por el frío que hacía) a bloquear las avenidas, a romper escaparates, a desvalijar comercios sin excusa, a tirar pedradas a los antidisturbios, a tomar embajadas por la fuerza, etc. Lo ocurrido en Grecia ha servido como gota que colmaba el vaso a varios extremistas que se han tomado su derecho de huelga y manifestación de protesta pacífica por donde han querido, y eso ha servido de detonante para protestar contra el gobierno de una forma salvaje y paleolítica.
Algo debe estar ocurriendo, cuando una pequeña llamada Alba está ingresada en un hospital con graves secuelas irreparables de por vida porque (supuestamente a posta), su madre y su padrastro le dieron una paliza.
Algo debe estar ocurriendo, cuando la justicia nos ofrece otro lamentable espectáculo en torno al caso de que una madre (supuestamente a posta), propinó un cachete en la nuca a su hijo cuando éste se negó a hacer los deberes y le lanzó una zapatilla. La progenitora ha sido juzgada y condenada a la pena de 45 días de cárcel y un año de alejamiento del menor por haberle soltado un manotazo que lamentablemente hizo que se diera con el baño de su casa, sangrara por la nariz, y lo viera el director de su colegio. Un episodio de ¿violencia? con sangre de por medio, suficiente como para dar a entender que el golpe físico no es la solución. Pero difícilmente para poco más. Y es que, la juez que ha impuesto la pena, ha cometido un delito: el de cumplir la ley, que ha llevado a la madre al a cárcel primero y a la calle después, pues pasados los 45 días (o los 67 si el recurso de la acusación prospera), no podrá acercarse a su hijo a menos de medio kilómetro en un año. Dónde irá a vivir durante ese tiempo y con qué medios no es cosa de la magistrada, pues son una familia con escasos recursos. La explicación que la madre deba darle al hijo, tampoco lo son. Dos años ha tardado en cometer esta juez su delito, pero desconocemos el tiempo que esta familia tardará en recomponerse. El paso del tiempo conlleva desposeer de autoridad a los padres de la misma forma que antes se les ha desposeído a los profesores: pegar a un hijo no es aconsejable, pero no lo es menos que el niño lance un zapatillazo a la madre y que ésta vaya a la cárcel. ¿No tiene suficiente castigo el niño…? ¿No lo tenía ya la madre…?
Algo,como digo, debe estar ocurriendo, justo en la semana en que se cumplen los idílicos y  paradigmáticos 60 años de la Declaración de los Derechos Humanos (¡tanto trabajo por hacer aún!) y nuestra Constitución apaga la mitad de las velas de su esponjoso pastel histórico.
No hace falta que muera un rey para que viva una república (el primero porque ya está muerto y la segunda porque está exiliada); ni siquiera acercar presos políticos que levantan el velo de la sospecha negociadora (ya que basta con aplaudir el magnífico trabajo de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado); y mucho menos colgar a nadie por nacionalista (porque, como decía Miguel de Unamuno, el nacionalismo se cura viajando).
Algo entonces, debe estar ocurriendo.

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