domingo, 31 de marzo de 2013

El circo de la Fórmula 1

26 de agosto de 2008



Durante este pasado finde semana he tenido la suerte de disfrutar del Gran Premio de Europa de Fórmula1 celebrado en Valencia. Y todo han sido sensaciones, pero también ha habidodecepciones…
La Fórmula 1 es unacompetición automovilística que comienza en 1950. En aquellos tiempos seasistió a la creación de un Campeonato Mundial de Pilotos por parte de laactual Federación Internacional de Automovilismo que era una asociación deotras asociaciones del automóvil en Europa. Un certamen que arrancó ese mismoaño en el antiguo aeródromo militar de Silverstone (actual trazado del GP deGran Bretaña), celebrando una carrera que ganaría Giusseppe Farina. Con el pasode los años, este piloto pasaría a convertirse en leyenda. A partir de entoncescomienza el mito de este deporte, con nombres como Ascari, Hawthorn, ColinChapman, Fittipaldi, Lauda, Fangio, Hill, etc. enaltecen una competición cadavez más “exclusiva”. A finales de los años 80 y principios de los 90 la Fórmula1 acaparaba nombres como Senna, Villeneuve, Jim Clarck, Brabham, Mansell, Prosty un recién llegado Michael Schumacher. La presencia de grandes patrocinadorespermitió a los equipos afrontar planteamientos tecnológicos nunca vistos.  
Pero en España es apartir de 2003 cuando explota la Fórmula 1, con un español en un cochecompetitivo, pero aún inferior al “cavallino” y a “la flecha de plata”:Fernando Alonso y Renault. El cambio de siglo supuso para la Fórmula 1 eldespegue absoluto, conjugando espectáculo y capacidad económica. Y de ello, sumáximo propietario, sabe un montón. Bernie Ecclestone no es mujeriego,polémico, juerguista ni estrambótico. Es un anciano de estatura pequeña con elpelo gris, con voz suave, siempre elegante y miope. Eso sí, si tienes laocasión de verlo serás un enorme afortunado, pues o estás en el palco VIP deFórmula 1 o has visto el helicóptero de donde se desplaza.  Bernie le ha dado el glamour, el lujo y laostentación a este deporte. Esos ricos europeos que marchan con camisasblancas, acompañadas de mujeres muy guapas y maquilladas, elenco del pijismo, burgués,chulo y desbordado señorío. Una mina de atraer dinero y personalidades, famososy oportunidades de marketing. Bernie ha conseguido que todos los países se dentortas por albergar un circuito en el calendario. Y España tiene dos. Barcelonay Valencia. Bueno, dos y medio (Jerez).
Allí en Valencia nofaltaba ninguno de los galones que cada carrera debe colgarse: gente famosa porla zona VIP, apartada del resto de los “normales”, con aire acondicionado,servicio de catering, acompañamiento en un Mercedes (“Mercedaco” que dice mimadre), y unas vistas espectaculares; el mercadillo de bebidas (botellita de33cl de agua a 3€), ropa y complementos más caro que he visto (cada escuderíacon su espectacular stand); mujeres dignas de portada del Vanity Fair,utilizadas como atrayente mercantil hacia las zonas con más etiqueta; BMW´s,Bentleys, Lamborguinis; y también el espectáculo alternativo a la fórmula 1:Porsches Superseries, Copa BMW, la GP2, etc para los amantes del motor y lasjóvenes promesas. Todo ello, por supuesto, conjugado con el mayor espectáculoautomovilista que existe: la propia fórmula 1. Verdaderos aviones sin alas, tanruidosos que obligaban a ponerse tapones, pilotados siempre por los mejores delos mejores.
Pero también había gente“normal”, la que no había sido invitada y pagó por su entrada (la más barata,200€), la que quería disfrutar del espectáculo. Los mismos que aguantamos elsol de la capital del Turia durante varias horas y permanecimos ahí a pesar deque sabíamos que Alonso no tiene opciones de ganar. Aquellos que, como millonesde personas más, seguimos fielmente las carreras de los domingos esperando paraver si Magic se saca algo de lamanga. Para luchar y sufrir con él, nunca para rendirse. Lamareaazul ovacionaba al asturiano y abucheaba a un inglés apellidado Hamilton.La opción era frágil y remota, pero por eso estaban allí todos esos aficionados(más los del televisor), para agarrarnos a esa esperanza y no soltarla. Sin embargo,todos los gritos de ánimo se apagaron a las cuatro curvas. Nakajima lo hizo sinmaldad, seguro, pero el japonés “no puede imaginarse el daño que ha hecho”, quedecía Lobato. No solo se llevó por delante a Alonso, sino a miles deseguidores. A ellos, como a Fernando, no les importaba perder, lo que nopodíamos aceptar es que les arrebataran la posibilidad de luchar. Así es estejuego. Quizá sea que la suerte es lo único que no se puede comprar en laFórmula 1.
El futuro deparará apilotos como el propio Alonso, Hamilton y Massa (algunos nos alegramos por eléxito del brasileño), por conseguir la hegemonía de este deporte. De estamanera han transcurrido los 58 años en los que la tecnología ha superado a laimaginación, y en momentos puntuales a la seguridad, pero que las manos, losreflejos y la técnica de los pilotos sigue siendo imprescindible para ganar. Asíes la Fórmula 1. Un circo en el que, como dice Gonzalo Serrano, “si parpadeas,te lo vas a perder”

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