domingo, 31 de marzo de 2013

Alejar clientes


08 febrero de 2007

Era enero del año 2002. Recuerdo que esa mañana estaba nublada, abrí mi hucha para contar todo lo que había reunido a lo largo de 12 meses, y no conseguí llegar a 5000 pesetas, una pena, pero mi propósito me parecía suficiente. Durante aquellos días, los bancos estaban abarrotados de personas para que pudieran cambiar sus antiguas pesetas por los nuevos y flamantes euros. Yo, con toda la ilusión del mundo, también quería ver cómo eran de verdad aquellas monedas y billetes que durante tanto tiempo atrás nos habían estado anunciando. Entré a la oficina del Banco Popular de Pozoblanco, cercana a la calle Real. Tras media hora de larga cola, justo cuando ya iba a ser mi turno, un empleado de la sucursal (probablemente un apático subdirector) dijo:
-A partir de ahora, quien no tenga una cuenta en la oficina, no puede cambiar el dinero-. Fue tal mi frustación, que llegué derechito a la Oficina del Consumidor del Ayuntamiento (muy cerquita de la calle Real). Cuán fue la curiosidad de la chica que estaba allí detrás de la enorme mesa de madera de encontrarse con un chico de 13 años, que me preguntó si me había perdido. Le conté mi caso, pero no debió hacerme demasiado caso, ya que a mi salida me tuvo que regalar una calculadora conversora (para más inri) porque seguramente se habría dado cuenta de su propia ineficacia. En ese instante juré y perjuré que jamás me acercaría a un Banco Popular. Y así ha sido hasta ahora.
Y es que justo hace unos días decidí abrir de nuevo la hucha y deshacerme de las pesadas monedas de céntimos que, de hecho, ya no me parecen tan flamantes como antaño. Os aseguro que en verdad es un coñazo ponerte a contar moneditas (os lo digo porque como sabéis ya he estado trabajando en un banco), pero es que el desagradable cajero que me atendió en el Banco Santander me dijo que no volviese a traer esto porque no pueden estar toda la mañana así. En ese instante giré la cabeza y vi el lema del imperio del señor Botín en uno de los muchos carteles que había: “Queremos ser tu banco” rezaba. Y si mi moneda era legal, y todos los clientes son iguales, ¿qué paralelismo de igualdad se podía entresacar entre la actitud de aquel hombre y la del cartel?
No he cancelado mi cuenta, pero he sacado todo lo que había en ella y, como no cobran comisiones, consigo que se gasten dinerito en mi. Insignificante, lo sé, pero tienen que mandarme la cartita del extracto cada tres meses y mantener la cuenta. Que se jodan, ya vulgarizándome del todo. Hojita de Reclamaciones y Santander marcado de por vida.
Ahora que me pregunten por un Santander o un Banco Popular, a ver qué opinión les digo. Seguro que a vosotros os ha pasado algo también parecido: en algún supermercado, en una tienda de ropa o en un videoclub, que no os hayan atendido bien y no volváis más. Y ahora, vuelvo a preguntarme: ¿y si en lugar de céntimos hubiese llevado billetes de 500€? Pues que, probablemente, en lugar de a una entidad del Santander lo hubiese llevado a una entidad de BMW, pero nunca al Santander.

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