domingo, 31 de marzo de 2013

Educación para la medianía


Oscuro el futuro de estos niños está”-. Como diría el maestro Yoda.
Se multiplican los casos de abandono escolar a los 16 años. Nuevos casos de maltrato a profesores. Y a compañeros de clase. El informe PISA nos sacó los colores en comprensión lectora y matemáticas. ¿No habéis oído de vuestros padres o de maestros aquello de: “cuando yo tenía tu edad se estudiaba más”, o algo parecido? Algunos se ríen de la LOGSE.
En “Procter & Gamble y algo más “dije que dudaba de la educación que reciben nuestros hermanos pequeños, y ya parecía intuir que la nuestra no fue del todo como yo esperaba. En primero de ESO tuve un profesor que decía que el tigre estaba en la sabana africana. Aprendí poquísimo de historia en segundo gracias a la racanería del docente. En tercero, llegué a odiar a las matemáticas gracias al pésimo pedagogismo de una que se hacía llamar “maestra”. Jamás perdí una hora tan desaprovechada como era Tutoría. Nunca había aprendido tan poco en francés como lo hice en cuarto. No llegué a comprender para qué servía la sintaxis lingüística (mi profesor de primero de bachillerato me confirmó que no servía para nada, y que en su lugar tendría que haberse fomentado la lectura más). La inmensa mayoría de los libros de texto no los completábamos.
Pero hubo otros que me hicieron pensar. A reconocer que no hay ninguna pregunta estúpida. La minoría.
¡Ojalá nuestra educación pudiese haber sido mejor! Fuimos el proyecto para reformar la reforma. No sé si tendrá un nivel inferior, probablemente, pero aquí estoy, esforzándome día a día para no caer en la rutina de la holgazanería y combatir la ignorancia informándome del por qué ocurren las cosas en este mundo. Tal y como me aconsejaban mis padres y mis tutores. Muchos nos criticaban con que no llegaríamos a nada, que no aportaríamos más que problemas a la sociedad, que jamás nos consagraríamos en la plenitud de la persona y que ni siguiera llegaríamos a curiosear la filosofía de Platón. Se equivocaron. Pero no hay que culpar a aquellos que no tuvieron la oportunidad (ni la información) para resolver los problemas que hoy nos acontecen (el cambio climático por ejemplo, las enfermedades de transmisión sexual, o la última guerra del golfo). Al contrario, debemos estarles muy agradecidos. Ellos iniciaron un camino que ahora desarrollamos nosotros y por el que andarán en su día nuestros hijos. Únicamente debemos corregir fallos.
Datos contradictorios refutan a los del segundo párrafo: hace 30 años culminaban bachillerato un 60%. Hoy un 81. La mujer tenía una tasa de paro del 40% y estaba predestinada a quedarse en casa limpiando y criando a los críos. Hoy no llega al 10 y se han establecido medidas para conciliar vida laboral y familiar tanto del padre como de la madre. Antes nuestros padres no estudiaban ni inglés ni informática. Ahora si no has visto algo de esto lo tienes difícil para que preseleccionen tu curriculum. Antes la asignatura de Historia de España (que todos hemos cursado) llegaba hasta los “felices” años 60. Ahora hay que añadirle la Transición (la que con tanto esfuerzo consiguieron nuestros padres), la Constitución, el cambio de rumbo migratorio, la salida al aislamiento diplomático español, la entrada en la UE, el cambio de moneda, el atentado del 11-M, etc. Hoy, más que nunca, el número de universitarios es más grande que en todos los más de quinientos años que ha vivido nuestro país, y dentro de poco nos especializaremos cada vez más para vivir en una educación comunitaria (como la que soñaban en su día europeístas como Monnet o Schuman).
Sin embargo, seguro que os habeis encontrado con personas de mi edad carentes de argumentos, incapaces de defender sus principios (bien por ignorancia, bien porque no los tienen), fácilmente manipulables, de dócil influencia en sus decisiones, que opinan irracionalmente o que sufren un déficit de ideas. Dejemos de producir estudiantes poco curiosos, carentes de espíritu crítico y de imaginación. Nuestra especie necesita, y merece, una ciudadanía con la mente despierta y abierta y una comprensión básica de cómo funciona el mundo.
Hemos nacido en plena Tercera Revolución Industrial, y somos conscientes de ello. Somos la sociedad de la Información. Jamás habíamos estado tan cerca (y tan lejos) a la vez. Esa revolución que hizo que mi abuelo tuviera que jubilarse para dar paso a aquellos aparatos cuadrados con pantalla y procesador. La misma revolución que utiliza la Yihad islámica para colgar sus asesinatos en Al-yazeera. Seguramente, recordaremos a nuestros nietos los primeros pasos de lo que en un futuro fue Internet y nos libraremos de una vez por todas de las Spice Girls. Nuevos retos, nuevos problemas.
Tan grande es nuestra diversidad entre generaciones y culturas que somos incapaces de ponernos de acuerdo en cuatro párrafos para un himno que es de todos. Sinceramente, si no encontramos cuatro rasgos o valores que caractericen a nuestro país será porque no los tenemos, ¿no? De ahí lo de tan cerca y tan lejos a la vez. Quizá con todos los jaleos que asolan nuestro mundo la solución no esté tan distante ni sea tan apocalíptica. Ni tan divina, como muchos creen saber. Quizá, únicamente, tendremos que escuchar.
Silencio pues. Escucha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario