domingo, 31 de marzo de 2013

El cáncer de la deflación y el peligro de los sindicatos


16 de febrero de 2009

¿Pero en qué quedamos? Resulta que cuando la inflación es elevada decimos que eso es malo para la economía y que hay que bajarla. Pero ahora que la inflación ha bajado y empezamos a oír algo llamado “deflación”, Pedro Solbes se pone a temblar. La inflación es buena, hasta cierto punto. Tener una pequeña inflación (del 1 ó 2% en nuestro país); es sinónimo de crecimiento. Tenerla más alta ya empieza a ser un problema. Pero es peor tenerla más baja, tal y como nos dice nuestro profesor de política económica; ya que tiene peor solución. Como en casi todo, lo óptimo vuelve a estar en el término medio: la estabilidad de precios. Ahora mismo estaríamos en una magnífica situación de IPC (0,8 en enero) si no fuera porque en julio teníamos más de un 5. Es decir, que los precios están cayendo. Es bueno que bajen los precios de los bienes, pero el IPC también hace bajar las pensiones, las rentas de los empresarios y los salarios. Y eso es malo.
La deflación (es decir, la bajada del nivel general de precios) es una de las enfermedades económicas más peligrosas, sobre todo si aparece en economías en las que, como en la nuestra, acaba de estallar una burbuja inmobiliaria. Y la primera razón tiene que ver precisamente con este fenómeno, porque la deflación hace más larga y penosa la absorción de dicha burbuja.
A principios de los noventa, por ejemplo, los pisos estaban sobrevalorados un 20% en España, pero como la inflación de entonces superaba el 5% anual, la sobrevaloración se absorbió enseguida: los precios de los pisos bajaron un par de años, pero al tercero ya estaban subiendo otra vez. Ahora, en cambio, con una inflación del 1,5%, tardaríamos veinte años en absorber una sobrevaloración del 30% (que es la que estaba hasta ahora), y ni te cuento la ristra de años si la inflación fuera negativa. La segunda razón es que la deflación incrementa el valor real de la deuda de las familias endeudadas, lo cual puede llevarlas a la ruina. Si los precios y salarios bajan, el peso de la deuda es mayor, porque el valor de la deuda no varía en términos nominales. Es decir, si tu tienes una hipoteca a un tipo de interés pactado (da igual el tipo de interés fijo o variable, eso depende en gran medida del Euribor), por un importe de 300.000€ que ya no se puede modificar y un valor del inmueble que está bajando, tu deuda real está creciendo y, además, cobras menos. La tercera razón está implícita en el comentario precedente, porque, como es obvio, si los precios bajan, una de dos: o los salarios también lo hacen o las empresas van a la ruina (a menos que seas capaz de vender más –cosa que ahora es difícil-). Esto último, por cierto, es lo que puede ocurrir de seguir así las cosas en España, porque en estos momentos los salarios están creciendo mucho más que los precios, algo que, en mucha culpa, tienen los sindicatos –de los que hablaremos ahora después-. Por último, también hay que considerar los efectos nocivos de las expectativas bajistas. Si todos creen que los precios de las casas (o de cualquier bien en general) van a seguir bajando, todos pospondrán las compras, porque todos creerán que van a seguir bajando, lo cual deprimirá todavía más los precios y la actividad económica. Por eso la solución es más difícil.
¿Y cuál debe ser el papel de los sindicatos ahora? Pues hablando pronto y mal: el de no dar mucho por saco. ¿Por qué? Porque podemos entrar en una espiral negativa. Si el nivel de salarios está por encima del nivel de precios, las empresas asumen esto como un mayor coste a la larga. Si son los empresarios los que se ven obligados a subir el precio de sus productos para seguir obteniendo un margen razonable (debido al incremento asumido del coste salarial), los sindicatos pedirán un alza de los sueldos para soportar este incremento. Será el momento en el que, una de dos: los precios suban (suba el IPC); o nadie compre (porque siga cayendo el consumo privado). No obstante, también hay que observar que, debido al aumento del desempleo, los sindicatos pierden poder negociador (porque antes deque se hunda el barco, echamos al agua tripulación de a bordo), con lo que tendemos al equilibrio.
Como se puede observar, no es cuestión de ideología, sino de sentido común. "¿Cuál esel mejor gobierno? El que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos". Goethe.

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